Esta vez se acercó a mi una persona con una inquietud que seguro han tenido muchos. Comenzó diciéndome: «mi amiga se va a «unir» con su novio y no quiere casarse por la Iglesia. Por favor oriéntame para ayudarla. Sus argumentos son que primero debe ver si su novio se porta bien con ella, que quiere ver qué tal padre es, si es responsable, si sale buen esposo y se porte mejor. Además, así lo han hecho sus hermanas también ¿cómo puedo explicarle que esta no es la forma correcta de hacer las cosas?»
Este es un tema complejo y no creo que en este artículo pueda agotar todo sobre ello, pero por lo menos daré algunos puntos que sirvan para la reflexión. Creo que cada vez con mayor frecuencia escuchamos estas afirmaciones, incluso con planteamientos aparentemente positivos y razonables que buscan, supuestamente, el bien del «futuro matrimonio».
Pero detrás de ese aparente bien hay algunas ideas equivocadas y me atrevería a decir son muy dañinas para lo que anhela el ser humano. Aquí va mi primera reflexión sobre el tema:
1. ¿Es que acaso tu amiga no anhela un amor verdadero y permanente?
O ¿Con cuántos hombres tendrá que hacer esta «prueba» para darse cuenta cuál es aquel que cumple con los requisitos adecuados para ser un buen esposo y padre de familia? Creo que las preguntas son completamente válidas hacérselas. Además leyendo algo sobre este tema, me encontré con alguien que decía que normalmente el hombre y la mujer tienen ideas distintas sobre esta cohabitación antes del matrimonio.
La mujer lo ve como un peldaño para poder llegar a ese matrimonio para toda la vida. Mientras que el hombre, no. Él suele ver en esta cohabitación como el camino perfecto para dilatar una responsabilidad que no quiere asumir y seguir viviendo con una puerta de escape para cualquier problema que se presente.
Obviamente, le gusta compartir el lecho con alguien, tener quien lo quiera, le haga cariño e incluso que lo ayude con los quehaceres domésticos, para los cuales quizás no es muy hábil. Pero probablemente no tiene como objetivo llegar asumir el compromiso matrimonial en algún momento.
2. Este tipo de convivencia puede ser causa de futuras separaciones
Por otro lado la misma convivencia es una causal de futuras separaciones en el matrimonio. ¿Por qué? porque los convivientes no están dispuestos a asumir la generosidad, la entrega, el sacrificio, la donación que implica el matrimonio. La psicología que existe entre aquellos que se quieren casar y aquellos que optan por la cohabitación es totalmente diferente.
Quien se casa y está dispuesto a amar para siempre, genera en sí las actitudes para ello, y las cultiva. Pero la cohabitación no lo hace. Las personas entran en la cohabitación sin estar dispuestas a darlo todo. Mientras que el que se casa, entra con la idea clara de vivir el elemento sacrificial, de ceder y aprender a renunciar incluso a cosas válidas.
La psicología de aquel que quiere convivir no es la del que se dona sino la de aquel que de alguna manera se busca solamente a sí, y no está dispuesto a darse enteramente. Cada uno entra a la relación de cohabitación pensado: «Voy a ver si esto resulta satisfactorio para mí». Y por lo tanto nunca termina entregándose totalmente.
3. Veamos cómo nos va… hagamos un test drive
Un amigo comparaba estas cohabitaciones con un «test drive» que es esa prueba que uno puede hacer, en algunos lugares, antes de comprar un carro. Lo prueba, se lo enseña a la familia, a los amigos, da unas vueltas en él, y de ahí si le acomoda y cumple con sus requerimientos, se lleva el auto. Bueno esto funciona con los vehículos pero no es lo mismo con las personas por obvias razones.
Además los últimos estudios revelan que esta cohabitación antes del matrimonio no ha hecho que desciendan los casos de divorcio. Lo que yo recomendaría es llevar un noviazgo más profundo, hacer un muy buen curso de preparación para el matrimonio. Incluso antes de poner fecha de matrimonio, porque si se dan cuenta que todavía no están preparados para él, podrán darse el tiempo necesario. También puede suceder lo contrario, que ambos se den cuenta que no son el uno para el otro.
Creo que ahí es donde estas preguntas-dudas que surgen: «Si se porta bien contigo, qué tal padre es, si es responsable», quedan despejadas. No necesitas vivir con él o tener relaciones sexuales, para saber esas cosas. Lo que más necesitan algunas parejas es diálogo, sobre cosas importantes.
Y por último, sin ser lo menos importante, no olvides lo que Jesús nos enseña sobre el matrimonio. Este sacramento que Dios en su infinita sabiduría y amor ha querido para el hombre, y que en el fondo tú anhelas es una gran bendición. Recuerda: «El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. La donación mutua de dos personas como el bien de los hijos exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad» (Catecismo de la Iglesia católica # 1646).
Padre Enrique Granados, catholic-link
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