Intentar meterse en los “zapatos de un niño”, imaginando lo que puede sentir en diferentes situaciones, es extremadamente útil y sorprendente para los adultos.
Hace poco conocí a una niña de siete años cuyo comportamiento no era muy educado. Escupía en la comida, no hacía caso a nadie, pegaba a otros niños y al mismo tiempo era muy creativa e inteligente. Durante una charla conmigo fue habladora y cooperativa. Una niña misteriosa.
Comunicarse con los niños con este tipo de comportamientos es como hacer una investigación, donde no existen evidencias inequívocas, y las respuestas se obtienen en forma de dibujos, símbolos y juegos.
Y aunque hay algunas pautas para ayudar a descifrar los mensajes transmitidos, cada niño tiene su propio mundo aparte, que debe tenerse en cuenta en la interpretación de lo que dice. A pesar de muchos intentos de diagnosticar la fuente de los problemas, habían elementos que no encajaban.
Cuando uno de los padres finalmente decidió hablar con honestidad, se habían aclarado muchos detalles. La violencia psicológica, el conflicto de los padres y la decisión de separarse, todo esto fue lo que presenció la niña de pocos años de edad. En vista de tales circunstancias, las reacciones de la niña eran perfectamente comprensibles…
Reacciones incomprensibles
Conocí a un niño cuyos resultados de pruebas de inteligencia indicaban discapacidad intelectual, pero lo que realmente lo incapacitaba era el conflicto de pareja de sus padres y, por lo tanto, no solo tenía el corazón desgarrado, sino también la mente, que no podía funcionar correctamente. Si los adultos en una situación traumática viven un período de desorganización y ruptura, entonces una persona pequeña lo vive con más intensidad aún.
El pequeño no es capaz de pensar ni funcionar correctamente y, desde luego, no puede ser cortés y “normal” como lo desearían muchos adultos. A veces, en las charlas con sus padres, sucede que inadvertidamente éstos mencionan el divorcio, que están en otra relación sentimental, la muerte repentina de un ser querido, la violencia en casa o alguna adicción, que sigue siendo un tema vergonzoso, difícil y raramente mencionado…
Todas estas circunstancias, así como muchas otras, afectan significativamente el comportamiento del niño y el mundo de sus experiencias y, a veces, provocan reacciones raras e incomprensibles.
El extraño comportamiento del niño
Una vez hablé con una madre preocupada, cuyo hijo comenzó a “comportarse de manera extraña”, es decir, no parecía escuchar lo que se le decía, era grosero en la escuela, dejó de controlar sus necesidades fisiológicas…
Cuando comenzamos a investigar lo que podía sentir un niño de ocho años que se queda con su abuela en un hogar lúgubre, cuando su madre se va a trabajar por unos meses y siempre regresa inesperadamente, queriendo darle al niño una feliz sorpresa, ambas nos emocionamos…
He oído muchas historias similares contadas desde la perspectiva del niño, así como de la de sus padres. Estoy convencida de que tratar de entrar en los “zapatos de un niño”, imaginando lo que puede sentir en diferentes situaciones, es extremadamente útil y sorprendente para los adultos. Descubrimos entonces que creemos erróneamente que los niños no tienen derecho a estar asustados, molestos, ansiosos, avergonzados o enojados.
El niño también está lleno de diferentes emociones y experiencias, que a menudo olvidamos, al ponerles una camisa de fuerza hecha de prohibiciones, órdenes, de la necesidad de ser cortés y de mostrar siempre una sonrisa alegre.
Los niños son para nosotros como mensajeros enviados de otro mundo. Su manera de ser tan directa, su franqueza y espontaneidad, pueden desarmar a cualquiera. Tememos que nos juzguen directamente, comenten como nos ven (sin cortesía de los adultos o diplomacia aprendida) o que nos hagan una pregunta incómoda.
Estas pequeñas personas pueden convertirse en espejos para nosotros, en los que podamos ver cómo somos, qué es lo que nos da miedo, qué nos hace sentir incómodos y no nos permite ser simplemente nosotros mismos. Gracias a los niños, podemos recordar lo que es disfrutar de las cosas pequeñas, lo que es depender de los demás, pedir ayuda, reír sin parar o gritar con todas nuestras fuerzas sin temor a lo que los demás piensen de nosotros.
Sí, la simplicidad, la franqueza y la manera de ser tan directa de un niño, nos sigue dando vergüenza y a la vez es uno de nuestros mayores sueños.
Mira Jakubowska, Aleteia
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