Cuando Jesús dejó a los discípulos, dejó a alguien en su lugar...
Roberto Mena, aleteia
Después de que Jesús anunció a sus discípulos que los dejaría pronto, les dio una declaración de gran aliento: “Y yo pediré al Padre, y Él os dará otro Consejero para estar con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad “(Juan 14, 16-17).
Después de que Jesús anunció a sus discípulos que los dejaría pronto, les dio una declaración de gran aliento: “Y yo pediré al Padre, y Él os dará otro Consejero para estar con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad “(Juan 14, 16-17).
La palabra griega traducida “Consolador” o “Consejero” (como se encuentra en Juan 14,16, 26; 15,26 y 16, 7) es parakletos. Esta forma de la palabra es incuestionablemente pasiva y correctamente significa “uno llamado al lado de otro”; en otros términos defensor.
La palabra lleva una noción secundaria con respecto al propósito de la convocatoria: asesorar o apoyar a quien lo necesita. Este Consejero, o Paráclito, es Dios el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad que ha sido “llamada a nuestro lado”. Él es un ser personal, y Él habita en cada creyente.
Durante Su ministerio terrenal, Jesús había guiado, guardado y enseñado a Sus discípulos. Pero ahora, en Juan 14-16, se está preparando para dejarlos. Él promete que el Espíritu de Dios vendría a los discípulos y moraría en ellos, tomando el lugar de la presencia física de su Maestro. Jesús llamó al Espíritu “otro Consolador“, otro de la misma clase. El Espíritu de Dios no es diferente del Hijo de Dios en esencia, porque ambos son Dios.
Durante la era del Antiguo Testamento, el Espíritu de Dios vendría sobre la gente y luego los dejaría. El Espíritu de Dios se apartó del rey Saúl (1 Samuel 16,14; 18,12). David, al confesar su pecado, pidió que el Espíritu no le quitara (Salmo 51,11). Pero cuando el Espíritu fue dado en Pentecostés, Él vino al pueblo de Dios para permanecer con ellos para siempre.
Podemos afligir al Espíritu Santo, pero Él no nos dejará. Como Jesús dijo en Mateo 28,20: “Yo estoy con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”. ¿Cómo está Él con nosotros cuando está en el cielo, sentado a la diestra del Padre? Él está con nosotros por Su Espíritu (el Ayudante- el Parakletos).
Tener al Espíritu Santo como nuestro Paráclito es tener a Dios mismo habitándonos como creyentes. El Espíritu nos enseña la Palabra que nos guía hacia la verdad completa. Él nos recuerda lo que Jesús ha enseñado para que podamos depender de Su Palabra en los tiempos difíciles de la vida.
El Espíritu obra en nosotros para darnos su paz (Juan 14,27), Su amor (Juan 15, 9-10), y Su gozo (Juan 15,11). Él consuela nuestros corazones y mentes en un mundo turbulento. El poder del Paráclito que nos habita nos da la capacidad de vivir por el Espíritu y “no satisfacer los deseos de la carne pecaminosa” (Gálatas 5,16). El Espíritu puede entonces producir Su fruto en nuestras vidas (Gálatas 5, 22-23) para la gloria de Dios el Padre.
¡Qué bendición es tener el Espíritu Santo en nuestras vidas como nuestro Paráclito: nuestro Consolador, nuestro Defensor , nuestro Consejero, y nuestro Abogado!
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