jueves, 16 de mayo de 2019

¿Por qué familias que aparentemente lo tienen todo, se autodestruyen?

La identidad más profunda de una persona es la de ser hijo 

authoritarian parenting

En las crónicas de cierta ciudad, se hace reconocimiento a un grupo de familias cuyos miembros lograron ser ampliamente exitosos en diferentes ámbitos profesionales, a la vez que amasando grandes fortunas. Solo que, después de tres generaciones, de una de esas familias no quedan ningún rastro de tal abolengo y, sí en cambio, un muestrario de enfermedades, adicciones y problemas de personalidad que los volvió al oscurantismo.
¿Qué sucedió?
Como profesional en el área matrimonio y familia, me propuse investigarlo en la voz de sus descendientes, mismos que me contaron historias en las que no fue necesario ahondar mucho para encontrar la punta de un hilo negro que las entreteje trágicamente.
Me refiero a una inadecuada relación afectiva entre padres e hijos que  se convirtió en un patrón de relación entre generaciones. Una disfunción que nacía siempre de una misma vertiente: la falta de confianza en el amor de los padres, que puede afectar duramente la identidad más profunda de una persona, la de ser hijo.
Sus amargos frutos:
  • Baja autoestima.
  • Inseguridad.
  • Complejos.
  • Auto desconocimiento de las propias capacidades.
  • Inadaptación social.
  • Adicciones.
  • Mala elección del cónyuge.
Entre otros…
Los hijos debían hablar “de usted” con temor insanamente reverencial, a unos padres que jamás, en un arrebato de amor, los tomaron en sus brazos para cubrirlos de besos mientras se hacían de la vista gorda ante sus faltas. En vez de ello, eran los que imponían leyes y anunciaban castigos a quienes no las cumpliesen, y que, esperando que se acatara su voluntad se enfurecían ante la desobediencia.
Como unos amos de los que se era involuntariamente súbditos.
Lo contrario sucedía en quienes consideraban en un status inferior como familias: la del panadero, del chofer, la cocinera, el carpintero… Ahí se criaban niños felices con la seguridad de sentirse amados solo por ser quienes eran. Y esas mismas generaciones se superaron… superándolos.
Lo más trágico fue que en estas familias objeto de mi investigación, falló el principio natural de que la madre es más madre, que el padre padre, haciendo un contrapeso vital al suplir con creces la fría distancia afectiva del padre. No sucedió así, porque en su sumisión, la madre dejo hacer y dejo pasar, permitiendo y participando en las equivocadas posturas del padre. No… en estas familias fueron los dos unos seres distantes, y eso marcó la amarga diferencia.
Diferencia que se convirtió en una maldita herencia, ya que el no vivir realmente el amor de los padres crea una desnutrición emocional, psicología y espiritual donde lo radicalmente difícil es que jamás se deja de ser hijo, y el dolor por esa carencia muestra hasta que punto se lleva la paternidad y maternidad inscrita en el corazón mientras se vive.
¿Cómo cortar definitivamente con esa cadena de patrones heredados?, ¿Cómo perdonar los errores de los padres y actualizarse  en el amor  para constituirlo en la mejor de las herencias?
Siempre es posible, y por ello aquí unos vitales consejos:
  • Los padres podemos aprovechar los errores de nuestros hijos, creando la posibilidad de que, al cometerlos, aun así  puedan acercarse con confianza a nosotros, siendo una ocasión magnifica para que se afiancen en la fidelidad de nuestro amor, revelándoles su identidad de verdaderos hijos en renovadas ocasiones.
  • Enseñarles a que no se esfuercen solo por mejorar en lo humano y medirlo en logros reconocidos por los demás, sino por aprender a amar desde la intimidad de sus corazones y por ese camino relacionarse y formar sus familias.
  • Educarlos en la libertad para que no perciban a los padres como la sola razón para portarse bien, quizá caminando por donde realmente no quisieran.
  • Que tengan la certeza de que no los amamos por lo que hacen o por sus resultados, sino sencillamente porque son nuestros hijos y  si les lanzamos al mundo procurando sacar lo mejor de ellos, será siempre partiendo de lo mucho que valen ante sus ojos.
  • Cuando sea necesario hablarles de sus errores o falta de generosidad, dejando les claro que es para librarlos de estos y cuidar nuestro amor y amistad.
  • Ayudarles a descubrir el amor de Dios, para fomentar esa ternura que palpita en cada uno de ellos, y que se abre camino en el padre o la madre que ellos mismos ya son o que quisieran ser un día.
Mientras vivamos, nosotros los padres nos encontraremos en el lugar al que siempre se vuelve para encontrar el insondable misterio de un descanso en “el santuario del amor y de la vida”, donde encontraran dignamente conservadas “cosas viejas”, como ese sillón de la sala, aquel cuadro añejo, su antigua recamara con muchas de sus cosas conservadas, y todo aquellos que les hable recordándoles su identidad más profunda y el amor hermoso que les ha pertenecido y les pertenece.
Su mejor herencia.

Orfa Astorga, Aleteia












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