Querida familia ZENIT:
En un tercer domingo de Adviento como hoy, pero de hace 9 años, presidí mi primera misa como sacerdote católico al servicio de la Iglesia. Nunca me había pasado por la cabeza que una parte de mi vida sacerdotal la pasaría sirviendo a través de una agencia como ZENIT.
Cuando entré al noviciado, y también los primeros años de mi vida religiosa, durante los primeros minutos de las comidas diarias escuchábamos lecturas de la actualidad de la Iglesia. ¿Saben de qué medio? Pues sí, de ZENIT. Crecí como religioso escuchando y leyendo ZENIT. Hoy que estoy al frente de este medio me alegra poder servir cada día en las informaciones que les ofrecemos.
Permítanme detenerme en este aspecto de la alegría por una razón: el tercer domingo de Adviento se le conoce también como el “domingo gaudete” por lo que dice la carta a los filipenses en la segunda lectura: “Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense!”.
Como quizá sucede a muchas personas, también yo tengo razones para “no estar alegre”: traemos la dificultad de conseguir más recursos para seguir operando ZENIT, el trabajo siempre es más que el tiempo disponible, etc. Pero el otro día en la Basílica de San Pedro me quedé contemplando el rostro de la Virgen María en “La Piedad” de Miguel Ángel y advertí cómo en María conviven el dolor y la paz. El momento que recoge Miguel Ángel es el dramático de la madre con su hijo muerto en sus brazos. Pero en el rostro de María lo que queda reflejado es la paz, no obstante el dolor. Y me ha hecho pensar que, así como en medio del dolor se puede conservar la paz como un don de Dios, así también se puede conservar la alegría no obstante los problemas.
Estoy feliz de poder servirles y además de hacerlo con la alegría que viene del Espíritu Santo. Cada día que trabajamos en ZENIT lo primero que tenemos presente es que lo hacemos por Jesús y también por ustedes. Y ese sentido pone en segundo e incluso en un tercer lugar las dificultades. Es verdad: esto no cambia que seguimos necesitando recursos, pero nos hace darnos cuenta que tampoco los vamos a lograr si no seguimos mostrando que es posible ir adelante mientras invitamos también a que nos ayuden para seguirlo haciendo.
Hoy les puedo decir, 9 años después de aquella primera misa, que me hace feliz poder servirles y que este servicio es motivo de alegría. Tal vez yo no conozca personalmente a cada uno de ustedes, pero me llena de alegría saber que Jesús sí. Y que así como les conoce, también ve nuestro esfuerzo. Esto también lo deseo para ustedes: que en mer y sentir la cercanía de Jesús en nuestra vida.
Si está en tus manos, te invito a ayudarnos con un donativo aquí: https://giving.zenit.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario