Estupenda serie sobre el estrés y el miedo a la soledad en estos tiempos
La premisa de Beef -titulada Bronca en España- (la primera acepción de «beef» es «carne de ternera», pero también se emplea en el sentido de «queja» o «rivalidad»), una de las nuevas series de Netflix, nos remite de inmediato a quienes tenemos memoria cinéfila a una pequeña película de 2002, tensa e interesante y dirigida por Roger Michell: Changing Lanes (aka Al límite de la verdad).
En aquel recomendable filme dos hombres muy diferentes colisionaban con sus vehículos en la carretera. El accidente les despertaba la cólera y se convertían en enemigos que no iban a solucionarlo hablando. Uno de ellos, blanco, era de clase alta; el otro, negro, era de clase media-baja. El enfrentamiento también sacaba a relucir aspectos sociales y económicos.
Bronca empieza de la misma manera y también transcurre en Estados Unidos, aunque ni siquiera sucede el accidente. En un parking, Danny (Steven Yeun), un contratista en horas bajas de ascendencia coreana, está a punto de chocar su furgoneta con el coche de Amy (Ali Wong), una exitosa empresaria de sangre china, vietnamita y norteamericana, que atraviesa un mal momento anímico. El susto correspondiente y los toques de claxon les empujan a los gestos obscenos y las palabras malsonantes, y de ahí pasan al habitual pique entre conductores llevados por la ira. No llegan al enfrentamiento físico. Ni siquiera bajan de sus vehículos. Sin embargo, no olvidan la disputa.
En realidad, como vamos comprobando episodio tras episodio, la furia de ambos proviene de más atrás, de sus infancias, de sus problemas personales y económicos actuales, que no saben o no pueden gestionar, y que les empujaron a optar por malas elecciones. En cada capítulo, de alrededor de 30 minutos de duración, tratan de hacerse faenas de venganza, mientras les vemos lidiar con sus trabajos y sus familias (él, con su primo y su hermano; ella, con su marido, su suegra y su hija).
A pesar de esos arrebatos de ira y venganza, del estrés y de los errores que cometen a medida que avanza la historia, Amy y Danny tratan de buscar ayuda como símbolo del refugio moral que necesitan. Amy acudirá al psiquiatra junto a su marido para tratar de solucionar sus problemas matrimoniales. Danny (y esta parte es la que interesará al espectador católico) acude a una iglesia evangélica por consejo de una antigua amiga.
Llanto en la iglesia
Danny entra a la iglesia. El coro está tocando una canción sobre el pecado, las heridas, el perdón y la sangre de Jesucristo. La música y las palabras empiezan a hacer mella en su ánimo y acaba llorando. Un llanto largo para limpiarse porque, como averiguaremos más tarde, se siente culpable.
Cuando termina, uno de los miembros de la banda se acerca a él y le pregunta si está bien. Danny responde: «Creo que necesitaba llorar. Lo siento, no sabía a qué venía». El otro responde: «No tienes que disculparte. Yo aquí siempre me desmorono. Puedes liberarte». Cuando le insisten en que sea miembro de su comunidad, al principio alega que vive demasiado lejos. Sin embargo, acaba rellenando la ficha de bienvenida: el desahogo le ha motivado, podrá jugar partidos de baloncesto con ellos, entablar contacto con otras personas y hacer pequeñas chapuzas para la iglesia, dado que se dedica a las reparaciones. Con el tiempo acabará convirtiéndose en uno de los miembros centrales del coro.
En el siguiente episodio Danny le cuenta a uno de sus familiares que acudir a la iglesia le ha venido bien, que está pensando en disculparse con Amy. Si uno indaga un poco en torno a la serie, descubrirá que la iglesia evangélica es muy importante como centro espiritual y comunitario de los coreanos que viven en Estados Unidos. De hecho, dos de los protagonistas coreanos se criaron acudiendo a esos templos. De ahí Beef toma datos reales en ese centro al que Danny acude un poco por curiosidad y que, parece, le acaba salvando por dentro. Uno de sus protagonistas dice: «Dios solo intenta no sentirse solo en la nada».
Al indagar también en Tudum, una página web de Netflix, descubrirá que los enigmáticos títulos de cada episodio provienen de citas de creadores del calibre de Werner Herzog, Franz Kafka, Iris Murdoch, Ingmar Bergman, Sylvia Plath y Joseph Campbell, entre otros. Y la banda sonora incluye temas de Keane, Tori Amos, Offspring, Hoobastank y Smashing Pumpkins.
Bronca es una serie potente que refleja a esta sociedad actual en la que el estrés, las prisas, el miedo a la soledad, las inquietudes, la mala gestión de los problemas, las exigencias de la economía y las falsas sirenas de las redes sociales conducen a muchas personas a caer en errores y malas decisiones que derivan en estallidos de ira.
Por eso, hablar con un psiquiatra o unirse a una comunidad religiosa logra que los personajes no renuncien a su humanidad y que puedan alcanzar cierto alivio en el trámite de sus acciones y de sus emociones. ¿Consiguen redimirse al final? ¿Encuentran la paz dentro de sí mismos? El espectador deberá llegar al formidable episodio final para averiguarlo.
José Ángel Barrueco, Aleteia
Vea también Vicios capitales y Virtudes opuestas: La ira
Vea lo que dice San Cipriano:
«Esta virtud de la paciencia derrama sus frutos con profusión y exuberancia por todas partes. La paciencia es la que nos recomienda y guarda para Dios; modera nuestra ira, frena la lengua, dirige nuestro pesar, conserva la paz, endereza la conducta, doblega la rebeldía de la pasión, reprime el orgullo, apaga el fuego de los enconos, contiene la prepotencia de los ricos, alivia la necesidad de los pobres... Es la que fortifica sólidamente los cimientos de nuestra fe, y levanta en alto nuestra esperanza... Ella nos lleva a perseverar como hijos de Dios, imitando la paciencia del Padre» (Tratado de la paciencia 20).
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