Un Benedicto XVI como nunca se había visto. Así lo mostraba Peter Seewald en “Últimas conversaciones”, el último libro entrevista al papa emérito. En ella, Ratzinger hizo confesiones inéditas sobre su vida, de las que, en el momento de su fallecimiento, hemos elegido diez, quizás no muy conocidas pero muy curiosas.
1) Las oraciones que le gustan
Son varias las oraciones preferidas del Papa emérito. Está la de san Ignacio: «Toma, Señor, y recibe toda mi libertad». Después, una de san Francisco Javier: «Yo te amo, no porque puedas darme el paraíso o condenarme al infierno, sino porque eres mi Dios. Te amo porque Tu eres Tu». O la de san Nicolás de Flue: «Tómame como soy…». Y después le gusta particularmente la oración común de san Pedro Canisio, que se remonta al siglo XVI.
El lugar espiritual que más le gusta – como lo ha recordado en varias ocasiones – es para Ratzinger, Altötting, en Alemania, con su antiguo santuario mariano.
2) ¿Miedo a la muerte? ¡Sí!
Benedicto XVI responde también a una pregunta sobre el miedo a la muerte. Y lo hace sin ambages: «Por supuesto que sí. El primer lugar existe el temor de ser un peso a los demás a causa de una larga invalidez. Después, aún con toda la confianza que tengo en que el buen Dios no puede abandonarme, cuanto más se acerca el momento de ver su rostro, tanto más fuerte es la percepción de cuántas cosas equivocadas he cometido». Por ello, «uno se siente oprimido por el peso de la culpa, aunque naturalmente la confianza de fondo no disminuya». Existe siempre el peso «de no haber hecho bastante por los demás, de no haberles tratado bien».
Cuando estará ante el Señor, el papa afirma: «le pediré que sea indulgente con mi miseria», teniendo la confianza de haber «llegado a casa».
3) Ni la depresión, ni Vatileaks
La dimisión del papa tuvo un eco sin precedentes. «No imaginaba hasta ese punto», confía Ratzinger. La decisión se produjo durante las vacaciones de 2012. Comprendí que no me encontraba en condiciones de presidir la JMJ de Río por problemas físicos. «No estaba deprimido, pero no estaba muy bien. El viaje a México y Cuba me había fatigado. También el médico me dijo que no habría debido atravesar de nuevo el Atlántico.
Tampoco el escándalo Vatileaks le hizo pensar en la dimisión. Ningún chantaje ni ninguna conspiración: «Todo eso es absurdo, nadie intentó chantajearme, nunca lo habría permitido. Y tampoco es verdad que yo estuviera defraudado ni cosas parecidas».
4) Primero inseguro, después feliz por Bergoglio
¿Benedicto exultó en el momento de la elección del Papa Francisco? «Cuando escuché el nombre, al principio estaba inseguro. Pero cuando he visto como hablaba por una parte con Dios, por otra con los hombres, estuve de verdad contento. Y feliz».
Dos papas muy distintos entre sí. «Cada uno tiene su temperamento. Uno quizás es un poco reservado, el otro un poco más dinámico que cuanto se había imaginado. Pero encuentro positivo – subraya Ratzinger – que sea tan directo con los demás». Su manera de hacer «me gusta». Con él «hay una nueva frescura en el seno de la Iglesia, una nueva alegría, un nuevo carisma que se dirige a los hombres».
5) “Hacky”, un fenómeno en la escuela
Un niño prodigio. Un pequeño fenomeno en el aula. Ratzinger se distinguía por sus dotes escolares. Era grácil, delgado, no muy bueno en las disciplinas deportivas, pero no tenía competidores en el estudio de las ciencias y de las disciplinas literarias. Le llamaban “Hacki”. «Me gustaban sobre todo el griego y el latín, y aprendí bien también el hebreo». A los 14 años traducía ya los textos eclesiásticos del griego y del latín. «Pero lo hacía más por juego, naturalmente».
6) Hitler y la familia Ratzinger
El tío de Benedicto XVI, Alois, era un sacerdote abiertamente posicionado contra el régimen de Hitler. «Para nosotros estaba claro que un religioso tenía que ser anti racista. Y nuestro padre lo era, hasta el punto de que nadie lograba imaginar que en nuestra familia pudiese militar alguno a favor del régimen. La tía Theres – recuerda – una de las hermanas de mi padre, era una anti racista particularmente vehemente. En Osterhofen tenían una casa con un poco de terreno, situada junto a la línea férrea. Una vez que pasó un tren lleno de personalidades nazis, ella se burló de ellos. Se enfadaron muchísimo, pero con el tren en marcha no pudieron hacer nada».
«Mi padre – subraya el papa emérito – siempre definió a Hitler como un criminal».
7) De desertor a prisionero
Hay un episodio inédito en la vida de Ratzinger que sucede durante la Segunda Guerra Mundial. El 10 de septiembre de 1944 fue convocado por el Reich a Burgenland, en los alrededores de Bratislava. Su trabajo era contribuir a la construcción de la muralla suroriental. Después hizo adiestramiento militar, pero una infección en un dedo le exoneró del reclutamiento.
En ese punto, el futuro papa, cuenta que volvió a casa «con rapidez» y fue acogido con alegría por la familia. Como ex soldado enrolado por el Reich fue hecho prisionero, antes del final de la guerra, por los americanos. En ese periodo fue cuando maduró la idea de la vocación. Cuando fue liberado lo confesó a la madre. «La suya era una alegría contenida, porque sabía que las cosas podían ir mal».
8) Los primeros ejercicios espirituales
En 1946 la inscripción en la escuela de teología de Frisinga. Ratzinger hizo los primeros ejercicios espirituales de su vida. «Fueron particularmente emocionantes. Me tocaron en lo profundo del los que precedieron la ordenación diaconal y sacerdotal». En particular le quedaron en la memoria los que predicó un tal padre Swoboda, un camiliano vienés, que «los predicó con frescura, fuerza y decisión».
Y después «los hicimos también con Hugo Rahner (el hermano del teólogo Karl ndr). Debo decir que eran un poco deprimentes. Para él la fe era un esfuerzo».
9) Pintores y músicos preferidos
Amante del arte, para Ratzinger los pintores preferidos son los holandeses y los artistas barrocos bávaros. En particular Rembrandt y Vermeer.
Mozart y Bach son sus compositores preferidos. De Mozart «me gusta mucho un quinteto para clarinete, después naturalmente la Misa de la coronación y en particular el Requiem, el primer concierto que escuché en mi vida en Salzburgo». De Bach «sobre todo la Misa en Si menor. Para Navidad pedí a mi hermano una nueva grabación. Después obviamente la Pasión según Mateo».
10) El teólogo que marcó a Benedicto
En Munich había un profesor que forjó a Ratzinger: el teólogo fundamental Gottlieb Söhngen. «Me conquistó desde su primera lección. No se contentaba con presentarnos una grandiosa construcción académica autosuficiente, sino que se preguntaba: ¿cómo están las cosas de verdad? ¿Este tema tiene que ver conmigo? Y esto me gustó».
Söhngen fue «el verdadero maestro de teología» del papa emérito. «Fue el faro, la persona que me impresionó más, con el que mejor me encontré y con el que comprendí qué es la teología».
Gelsomino del Guercio,Aleteia
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