Este caballero nos afirma que reconociendo el padecimiento como propio y liberando de la culpa al cónyuge afectado, sí se puede.
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De soltero tenía por así decirlo, un voluminoso código sobre el tipo de persona con la cual me casaría, muy enamorado, claro está.
Soñaba con una mujer atractiva, inteligente, alegre, extrovertida, sociable y lo más joven posible, y ni qué decir que lo conseguí. También conseguí desarrollar un nunca imaginado comportamiento celoso, cuando precisamente esas cualidades me comenzaron a dar dolores de cabeza.
La busqué así, era así, y yo no acababa de asimilarlo.
Se comportaba según su edad, por lo que se esmeraba en poner en relieve esos atributos, creyendo de buena fe que eso a mí me agradaba y no había nada de malo en ello. Lo hacía sin sospechar en absoluto lo que a mí me sucedía, sobre todo cuando según el rabillo de mi ojo llamaba la atención de los caballeros sin darse por aludida.
Me amaba, respetaba y tenía bien fincada su dignidad de mujer casada.
Yo por mi parte no reconocía mi problema, así que trataba de disimular y ocultar sentimientos que no correspondían a un exitoso profesional, cuya imagen social era de un hombre tranquilo y sosegado en los más diversos escenarios. Un hombre seguro de sí mismo.
Pero no era así, el tiempo me enseñó que la inseguridad por baja autoestima y los sentimientos celosos cabalgan juntos.
Así, me encontraba sumido en el error de no sincerarme y comunicar mis sentimientos, por temor a afectar la imagen que creía que mi esposa tenía de mí, y en vez de ello, los reprimía dándoles vuelta una y otra vez, con lo que solo conseguía hacerlos crecer.
Me interrogaba sobre lo que mi esposa decía o hacía, mientras que los sentimientos celosos se convertían cada vez más en reacciones emocionales negativas que permanecían dentro de mí. Con una incapacidad para “dar salida” a todo aquello que me hacía sentir inseguro del amor pleno y total de ella.
Fue en el regreso de un viaje que, en un ataque de ira, rompí algunos muebles, puertas y arrojé objetos, dejando a mi joven esposa temblando como un pajarillo, azorada ante el desconocido energúmeno con el que se había casado.
Y comenzó a volverse insegura, pues no sabía ya cómo comportarse ni cómo yo reaccionaría, lo que comenzó a mermar gravemente la incapacidad para comprendernos.
De pronto me encontraba al borde del abismo. Es cierto que la mayoría de los matrimonios discuten o se pelean de alguna forma con intensos momentos, pero yo me sentía constantemente desbordado, abrumado. Siempre en guardia de un asalto emocional por cualquier señal de lo que podía considerar una posible forma de infidelidad.
Y pedí ayuda especializada, en la que me ayudaron a comprender que los celos en la relación de pareja afecta a la capacidad de amar de la persona que los padece; que el problema lo podía resolver gradualmente, contando con la comprensión y ayuda de mi esposa en un mejor nivel de comunicación, haciéndola consciente de mi problema pero sin culparla en absoluto, y pidiendo perdón por mis conductas equivocadas.
Los sentimientos negativos no desaparecerán de la noche a la mañana, pero ahora sé que se pueden ir sanando a través de un proceso de experiencias y retroalimentación entre mi esposa y yo, orientadas a superar mi baja autoestima y mejorar la comunicación.
He de trabajar estas actitudes:
Admitir el origen de mi baja autoestima. En mi caso fue buscar una compensación a lo que ciertamente consideraba mis carencias, más que nada por falta de humildad. Debí entender que la humildad y la verdad se encuentran vinculadas, por lo que no debo aprender valorarme por encima ni por debajo de lo que soy, y aceptar el amor de mi esposa sin enfermiza dependencia.
Detectar los sentimientos celosos cuando ocurren para no quedar a merced de ellos.
Manejar las emociones negativas. Usar la inteligencia para comprender mejor lo que los está provocando y disponer la voluntad a no admitirlos.
Mejorar mi comunicación. Conversar con mi esposa sobre los criterios en el vestir, maquillaje, socialización, entre otros aspectos para encontrar el justo medio que nos ayude, respetando su libertad y gustos.
Fortalecer mi voluntad. Aprender a posponer ciertos gustos personales o negarme a ellos, con el objetivo de fortalecer mi voluntad, y lograr la fortaleza interior necesaria para el dominio sobre los sentimientos internos.
Tener motivaciones. Adquirir consciencia de que controlar la impulsividad me permitirá adquirir gradualmente la certidumbre de ser feliz, amando y aceptando plenamente a mi esposa sin condicionamiento estériles.
La asignatura a pasar es reconocer que el amor pleno y total, se funda a su vez en la confianza plena y total al amor entre los esposos.
Por Orfa Astorga de Lira
Escríbenos a: consultorio@aleteia.org
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