¿De qué se trata?
Leía estos días acerca de la sencillez, una virtud muy poco valorada y, sin embargo, tan importante para llevar una vida “normal” llena de satisfacciones. La sencillez es la virtud que nos ayuda a saber distinguir e ir a lo importante, a lo más valioso. Creo que todos experimentamos esa sensación de que, muchas veces, en nuestro día a día, nos vemos “obligados” a elegir lo urgente más que lo importante y van pasando los días con la certeza de que hay algo que estamos dejando de lado que no puede excusarse ni un día más. Pero al día siguiente, de nuevo, queda relegado al final de la lista de todo lo que hay que hacer y, por supuesto, queda de nuevo pendiente.
No estaría mal que compartiéramos un rato en pareja y en familia y pensáramos juntos qué es lo que consideramos más importante para que el matrimonio vaya bien, para que la familia esté a gusto, para que el proyecto común siga fuerte y fiel a las convicciones que un día decidimos que orientaran nuestro caminar común. Cada uno aportaríamos cosas diferentes aunque seguramente también habría mucho compartido. Elegir eso sobre otras cosas podría cambiar para bien nuestro día a día y hacernos mucho más felices. La felicidad no siempre está tan lejos pero a veces nos convencemos de que es imposible optar por ella.
Hemos organizado nuestra vida familiar de una manera determinada. Nuestros respectivos trabajos tienen sus consecuencias y nos sorben mucho tiempo. Podemos hablar de los transportes, de la duración de la jornada, del trabajo que traemos a casa, de lo pendiente que nos tienen del móvil luego… Con el colegio de los niños pasa lo mismo. Y con sus actividades extraescolares. Y los deberes. Cómo hacemos la compra, si hay tiempo para cocinar, si leemos, si hacemos algo juntos, si hay rato para algún hobbie personal, la presencia cuidada de los amigos en nuestras vidas y del resto de la familia… ¿Gastamos tal vez demasiada energía en lo que nos ocupa y muy poca en lo que de verdad nos preocupa? ¿Nos preguntamos por qué hacemos lo que hacemos? ¿Nos cuestionamos el sentido de muchas de las obligaciones con que nos hemos cargado? ¿Para qué de esto? ¿Por qué lo otro?
Sencillez. Una virtud que necesitamos vivir las familias de este comienzo de siglo, tan cansadas, agobiadas y desbordadas tantas veces. ¿No será que preferimos ponernos la venda en los ojos y escapar hacia adelante? ¿No será que preferimos no darnos cuenta de que no estamos plenos? Pues yo creo que es mejor darse cuenta y reaccionar. La fuerza de la familia reside en su unidad, en su confianza mutua. Juntos podemos cambiar lo que sea. Atrevámonos.
Un abrazo fraterno – @scasanovam
Santi Casanova, aleteia
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