domingo, 12 de agosto de 2018

Cómo convertirte en un héroe ante tus hijos en seis jugadas y hacerlos felices... aunque protesten

La pediatra Meg Meeker defiende la importancia de la figura masculina en la educación


Ellos ya te ven como un héroe. Se trata de serlo para no defraudar sus expectativas. Eso no implica ser perfecto, pero sí un compromiso definitivo.
Ellos ya te ven como un héroe. Se trata de serlo para no defraudar sus expectativas. Eso no implica ser perfecto, pero sí un compromiso definitivo.



En su último libro, Héroe. Cómo ser el padre fuerte que tus hijos necesitan (Ciudadela), la pediatra Meg Meeker, autora del best seller Padres fuertes, hijas felices, hace una afirmación tajante: "Es necesario que los padres se vean a sí mismos de la misma manera que los ven sus hijos. Te guste o no, eres el centro de su mundo, la pieza clave de tu familia, el héroe del que todos dependen. Si no estás presente ni te involucras, tus hijos acabarán sufriendo las consecuencias".
Su apuesta es que los hombres recuperen en la familia el papel que la cultura ambiente les niega, pero al que ellos mismos también son a veces renuentes con excusas o prioridades diversas.


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La doctora Meeker les invita a fiarse de su instinto, porque está en la naturaleza de los padres ser buenos padres, y casi siempre saben qué hay que hacer para ello. Son otras seducciones (las relaciones indebidas, los amigos, el trabajo, las propias aficiones) las que les alejan de ponerlo en práctica, a lo que hay que sumar, en las últimas décadas, la ideología dominante que ridiculiza su papel y autoridad y les atemoriza para desempeñarlos.

O, simplemente, no están: en Estados Unidos, el 70% de los niños negros viven en hogares sin padre, y lo mismo sucede para un 45% de los niños blancos y latinos.

Liderar, sostener y proteger
Sin embargo, y salvo excepciones de maltrato, "todos los niños piensan que su padre es maravilloso", sostiene Meeker. Y se basa en los datos que recoge en su consulta todos los días desde hace treinta y años y en sus investigaciones como profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan, donde vive con su marido y sus cuatro hijos.


La doctora Meg Meeker, pediatra y profesora universitaria, es católica.

De ahí que la misión que propone a los padres es tener coraje moral para hacer lo que deben hacer (liderar, sostener y proteger), aunque les cueste a ellos y aunque disguste a los demás, porque a largo plazo (pero también a corto y medio) lo que lograrán es el amor de sus hijos.

"Tu familia necesita una persona que la guíe. Necesita una persona con perseverancia y determinación para los malos momentos... Tu mujer te necesita como esposo. Tus hijos te necesitan como padre", anima Meeker. Respecto a estos últimos, tengan la edad que tengan, su prejuicio hacia el padre siempre es favorable, y Héroe está poblado de ejemplos concretos que la doctora Meeker ha conocido en su consulta y en los que parecería improbable que fuese así. Pero lo es, sostiene. Por eso, se trata de acercarse al modelo que los hijos tienen de uno, que es, salvo excepciones, el de héroe. Ser de verdad lo que ellos creen que somos y lo que nosotros querríamos también ser.

Seis jugadas clave
No hace falta ser perfecto. Nadie lo es. Incluso si se ha roto la familia por el divorcio, persiste la posibilidad de ser el padre que los hijos necesitan.

Para ello, las páginas de este libro abundan en consejos, ejemplos y datos. Entre ellos, estas seis "jugadas clave" muy prácticas y definitivas: "Te ayudarán a ganar el partido de criar a unos hijos felices y exitosos, convirtiéndote así en un héroe a los ojos de tus hijos e hijas".


Buscando modelos de padres-héroes, Meg Meeker evoca la figura de Charles Ingalls en La casa de la pradera.

Jugada nº 1. Juega con tus hijos. Es la ocasión de desarrollar afectos y crear recuerdos inolvidables. Hay estudios que demuestran que enriquece su habla, mejora su expresividad, le enseña a jugar con sus compañeros, les estimula, les anima a asumir riesgos. Además, el tiempo empleado con ellos (no solo en jugar) se dilata en su memoria. Meeker cita el caso (entre otros) de una niña que "recordaba" largas parrafadas con su padre todos los días antes de acostarse cuando era pequeña. Preguntó luego a su madre, y realmente eran cinco minutos un par de veces a la semana, pero en su cabeza infantil se habían agigantado.

Jugada nº 2. Reza con tus hijos. Los niños vienen "programados" para la fe, sostienen los doctores Robert Newberg y Mark Robert Waldman, a quienes cita Meg. En su necesidad de seguridad (a la que debe contribuir decisivamente su padre), "les tranquiliza la idea de un mundo ordenado por la mano divina". Por eso, "rezar con tu hijo sirve para satisfacer su necesidad de comunicarse con Dios". "A los niños les encanta rezar", añade: "Cuando rezas con ellos, se sienten seguros. Les recuerda que, aunque tú no estés presente, Dios sigue velando por ellos". La imagen de un padre a quien juzgan "fuerte, poderoso e inteligente" arrodillándose ante Dios y reconociendo su poder les une más a él que cualquier otra actividad, dice la doctora Meeker.

Jugada nº 3. Sé una persona estable. Tranquilo cuando ellos estén nerviosos, fuerte cuando se sienten débiles, valiente cuando tienen miedo: "Ser la voz de la razón, el valor y la fe es lo que se espera de un héroe".

Jugada nº 4. Sé una persona honesta. "Nada puede poner más en peligro la confianza de tu hijo que la mentira... La honestidad, la integridad y la verdad son las cualidades más importantes de un héroe, y de un padre también. Sé un hombre íntegro, sé un hombre en el que se pueda confiar, sé un hombre que dice la verdad". Pero, "lo que es más importante, vive en función de esa verdad". Cuenta un caso de su consulta, Suni, una joven que tardó años en recuperar el aprecio extraordinario que tenía por su padre cuando descubrió que engañaba a su madre. Y eso, a pesar de que el hombre rompió la relación espuria, hizo lo posible por recuperar su matrimonio y lo consiguió. Pero el jarrón de la confianza de sus hijos se había roto y costaba pegarlo: "Mi padre está tratando de solucionarlo, pero ya no sé lo que es verdad y lo que es mentira", lamentaba Suni en un momento decisivo de su vida, justo al dejar el hogar para empezar sus estudios universitarios.

Jugada nº 5. Mantente firme. "La disciplina es muy necesaria. No te queda más remedio que plantarte y poner normas". Meeker advierte de que las dificultades no vendrán solo de los hijos. Puede que también de los padres de sus amigos, más dispuestos a ceder. Pero "sí significa sí no significa no", y con el tiempo los hijos lo agradecen: "Saben que la honestidad, la firmeza y las normas significan que te preocupas por ellos". Meg cita un estudio realizado entre presos entre la veintena y la treintena, para descubrir un elemento común. Y se encontró: casi todos confesaban que, siendo niños, "nadie se preocupó por ellos lo suficiente para decirles que no". No es preciso llegar a la delincuencia para sacar esa conclusión: los hijos pueden ser felices recibiendo un "no" a sus caprichos, pero no lo serán si entienden que su padre es indiferente a su suerte.

Jugada nº 6. Mantente comprometido con tus hijos. "Habrá días que no te apetezca levantarte, ni seguir casado, ni ser amable con tus hijos, pero tendrás que hacerlo de todas formas. Eso es lo que significa estar comprometido con tu trabajo, tu mujer y tus hijos". Es la perseverancia, que se lleva buena parte de las historias más potentes que cuenta la doctora Meeker para respaldar sus recomendaciones. Algunas de esas historias encojen el corazón y humedecen los ojos, sobre todo cuando se produce un divorcio, o bien un alejamiento emocional en la adolescencia o juventud que parece irreversible. Pero... ¡nunca es irreversible! Solo hay que persevera en amarles y en estar siempre disponible para ellos.

Esto es: si se es un héroe, templado en los peores momentos para disfrutar a fondo de los buenos.
Carmelo López-Arias, ReL







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