miércoles, 27 de marzo de 2019

Simon, 4 años, tiene síndrome de Down. Y ayuda a sus 3 hermanitos discapacitados

Es la historia de una familia americana increíble: Jeremy y Nicole adoptaron 4 niños de Bulgaria, todos discapacitados; Simon es el último, aún no habla inglés, pero cuida con cariño a sus demás hermanos

SIMON CLARK, BULGARIA, DOWN
¿Por dónde se empieza a contar una historia así? Quizás del encuentro entre un hombre y una mujer que se enamoran, se casan pronto y después abren de par en par su sí a la vida de una forma absurda a los ojos de los demás. No es un caso aislado, aunque parezca raro. Hoy hablamos de una familia que vive en Salt Lake City, pero yo he visto milagros parecidos en mi ciudad… y cualquiera de ustedes – estoy segura – conoce otras historias también ejemplares.

Bendita locura

Jeremy Clark es profesor y se ocupa de niños con necesidades especiales, su mujer Nicole es enfermera: está ya escrito en su currículum que tienen una predisposición a cuidar a quienes lo necesitan. Son guapísimos, dicho sea de paso. A veces el resplandor de un rostro, muestra sin filtros la luz de un alma bella.
Qué hijos más perfectos tendrán, se diría viendo su foto… Pues la realidad es aún mucho más increíble: han adoptado a 4 niños discapacitados de Bulgaria. Sí, también a mí me pasa por la cabeza la palabra “locura” y después, leyendo su testimonio, le añado el adjetivo “bendita”.
Aquí están todos junto al árbol de Navidad, el pasado diciembre.

Alex, David, Jon y Simon

Alex, el mayor, tiene 6 años y síndrome de Down, como Simón, que tiene 4. Después están David y Jon, de 5 y 6 años, que tienen parálisis cerebral.
¿Se puede elegir voluntariamente construir una familia tan complicada sin morir en el intento? Por supuesto, Jeremy y Nicole tienen las competencias educativas y médicas necesarias, por su trabajo; pero también tienen algo más. Lo explica Jeremy:
Criar a cuatro niños con necesidades especiales requiere mucho trabajo, y hay muchas necesidades que atender. La clave es encontrar la alegría en cada actividad que hacemos. Hace poco cronometré cuánto nos cuesta lavar los dientes a todos y prepararlos para dormir: 30 minutos, así que aún empeñándose a fondo, hace falta un tiempo largo. Por suerte mi mujer Nicole, que ha sido enfermera durante diez años, ha dejado de trabajar para estar en casa a tiempo pleno y cuidar de los niños.  Dailymail)
Estoy segura de que Nicole trabaja muchísimo cada bendito día; también estoy segura de que no es masoquista, sino que disfruta contemplando el misterio de una felicidad compartida en el campo de batalla (… porque la felicidad verdadera no está bajo el sol de las Maldivas, sino más bien allí donde otros huirían lo más rápido que pudieran).
Cuidar de estos niños puede ser una gran experiencia. Siempre están entusiasmados y alegres. Son felices por las pequeñas cosas que otros niños dan por descontadas. (Ibid)
Y desde que Simon ha llegado, a Nicole le ha aparecido un ayudante de primera.

Simon el valiente

Su nombre de nacimiento en Bulgaria es Zadock y tiene 4 años. Desde hace pocos meses reside en Salt Lake City como cuarto hijo adoptivo de la familia Clark. Ahora se llama Simon y, aunque aún no habla inglés, es el parlanchín del grupo; sus hermanos tienen problemas con la verbalización. Parece que su llegada es comparable a un huracán de energía:
Desde que Simon se nos ha unido, los días se han hecho un poco más largos: empiezan un poco antes y terminan un poco después, así que tenemos más tiempo para ser buenos padres. (Ibid)
Viendo los videos de la familia Clark, el protagonista de la escena es sin duda Simón: sin que sus padres se lo pidan, lava los platos, da de comer a sus hermanos (comiéndose el la mitad, por supuesto), juega con ellos, ayuda a medicarles.
Es el centro del mundo, se siente amado por personas que le han puesto en el centro de su existencia. De estas familias es de donde el mundo puede recibir la esperanza verdadera: existir, y existir uno en compañía del otro sin cocientes intelectuales ni cualidades superheroicas. Existir como personas incompletas y necesitadas de ayuda, y encontrar la verdadera felicidad en ello.
Annalisa Teggi, aleteia















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