martes, 25 de julio de 2017

7 hechos sobre la vida de los laicos en los primeros siglos del cristianismo

En los primeros pasos de la Iglesia estaba claro que su misión era responsabilidad tanto de los ministros ordenados como de los laicos
A pesar de que habitualmente no se da una mejor descripción que “el laico es quien no es sacerdote ni religioso”, es de la vida laica de la que la Iglesia está principalmente compuesta. El ministerio ordenado, como sabemos, no es un fin en sí mismo. Obispos, sacerdotes y diáconos están al servicio del crecimiento de la fe, en la esperanza y el amor de aquella multitud de hombres y mujeres que fecundan con el Espíritu de Dios la vida del mundo.
El protagonismo del laico en la vida de la Iglesia es un tema que ha sido retomado con más fuerza en los últimos tiempos por el Concilio Vaticano II, sobre todo en las constituciones Lumen Gentium y Gaudium et Spes y en el decreto Apostolicam Actuositatem. 
Por ” vida de la Iglesia”, entiéndase tanto su participación en la sociedad realizada a partir del Evangelio y de esta forma, como presencia de Cristo en mundo, como a su colaboración, al lado de clérigos y religiosos, en la misión evangelizadora de la Iglesia, asumiendo servicios pastorales.
Desde el Concilio, los laicos han asumido lentamente puestos en la Curia Romana y en las diócesis. Son más numerosas – pero aún tímidas – las beatificaciones y canonizaciones de los laicos. Los laicos empezaron a poder estudiar teología y enseñar en esa área. Pero ¿cómo se vivía el laicado en los inicios de la Iglesia? Mira estos siete datos sobre cómo era la vida de los laicos en los primeros siglos del cristianismo.

1 – Laikós

La palabras “laico” – del griego λαϊκός (“laikós”), que viene de λαός (“laós”), “pueblo” – no aparece en el Nuevo Testamento. Su primer registro en el contexto cristiano está en la carta de Clemente a los corintios, al final del siglo I.

2 – Ellos anuncian, enseñan y participan

Pero está claro que laicos y laicas están presentes en la Iglesia naciente: participan en la elección de Matías para la vacante que surgió entre los doce apóstoles con la muerte de Judas (cf. Hch 1,23), así como en la elección de los siete primeros diáconos (cf. Hch 6, 1-6). Anuncian el Evangelio, hasta aprovechan las dispersiones que ocasionan las persecuciones (cf. Hch 8, 4; 11. 19), y asumen ministerios como el de didáscalo (maestro, doctor), como la pareja Aquila y Priscilla, que da una formación más profunda de la fe a Apolo (cf. Hch 18,26).

3 – “Ya llenamos todo”

Estaba claro que la misión evangelizadora de la Iglesia era responsabilidad tanto de los ministros ordenados como de los laicos. Era en las conversaciones del día a día, en las ciudades y los campos, que el nombre de Jesús se anunciaba. Tertuliano, al final del siglo II, alababa frente a los paganos los frutos del testimonio cristiano en medio del mundo: “Nosotros somos de ayer y ya hemos llenado todo lo que es de ustedes: ciudades, islas, fortalezas, municipios, aldeas, los mismos campos, tribus, decurias, palacios, senado, foro; dejándoles sólo los templos…”

4 – Trinidad

El teólogo africano Tertuliano (+220), por otro lado, era uno de los grandes escritores de la Iglesia de los primeros siglos; fue él quien registró por primera vez el término “Trinidad” y quien hizo la más antigua exposición formal sobre la teología trinitaria. Y era laico.

5 – Apologetas

El filósofo y mártir Justino (+165) también era laico, así como Minucio Félix, Lactancio y otros escritores cristianos. Otro personaje fundamental de la Iglesia de los primeros siglos es Orígenes (+254), ya era teólogo renombrado y estaba en activo hacía más de veinte años cuando fue ordenado presbítero.

6 – Predicación

Hasta el siglo III, no era raro ver laicos predicando en público en las asambleas, de forma oficial. “Donde se encuentran hombres en condición de ayudar a los hermanos, son invitados por los santos obispos a predicar para el pueblo”, escribieron Teoctisto de Cesárea y Alejandro de Jerusalén, obispos, en una carta defendiendo el ministerio de Orígenes como predicador, en el que citan otros diversos casos. La epístola es reproducida por Eusebio en su Historia eclesiástica. 

7 – La elección de los obispos

Es sólo a lo largo de los siglos III y IV que comenzaron a aparecer escritos que crean un abismo entre ministros ordenados y laicos, como la Didascalia y las Constituciones Apostólicas. Hay una función en la que participan los laicos que, no obstante, es mantenida religiosamente aún por mucho tiempo: la elección de los obispos. La praxis es considerar la participación de todo el pueblo cristiano en la elección de su obispo como una regla indispensable. Tanto es así que san Agustín – una excepción, pues fue señalado como obispo por su antecesor, Valerio -, así como el primado de Numidia, Megalio de Calama, que presidió su ordenación, se disculparon posteriormente por la elección episcopal realizada sin la participación del pueblo.
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Por Felipe Koller (teólogo, con maestría en la Pontificia Universidad Católica de Paraná. Es catequista hace 12 años y predica en retiros de jóvenes. Ha lanzado una serie de libros infantiles por la Editorial Apostolado de la Divina Misericordia. A través de Sempre Família.

«Ser apóstol no sólo es un deber de la vida cristiana; es un camino privilegiado para descubrir el sentido pleno de la propia vida en el servicio a los demás». (Regnum Christi)

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