lunes, 3 de agosto de 2020

En una relación… ¿el amor es suficiente?



Claro que la pregunta es pertinente. Al menos para Meryl Streep, que en la película «Secretos compartidos» («Prime») se la suelta a su joven hijo cuando éste le confiesa que sale con una mujer mucho mayor que él y con la que no comparte la religión judía. La verdad es que si tuviéramos que decir si una relación va a funcionar o no, nos veríamos ante un problema. Casi todos diríamos que el amor es lo más importante pero… ¿estaríamos hablando de lo mismo?
Para muchas personas, que haya amor en una relación es sinónimo de una especie de cariño romántico inagotable. Ese amor sería como un perfume que envuelve cada rincón de un hogar donde todo es de color de rosa y en el que toda dificultad parece desaparecer ante el arrebatador y poderoso embrujo de un enamoramiento adolescente. Para otros, que haya amor en una relación es sinónimo de compromiso. Ese amor sería como un poderoso pilar sobre el que está construido un hogar que lucha y sobrevive cada día a costa de sacrificar muchas veces magia y alegría. Hay también quién diría que si el sexo no funciona, la relación está condenada de antemano y que por eso es bueno conocerse sexualmente antes de pasar por el altar. Mejor eso que pagar luego precios más altos. También hay quién ve a una familia como un auténtico equipo operativo donde lo que importa es la productividad y la eficacia a la hora de afrontar lo que llega a cada instante. Son familias que «funcionan» porque se reparten tareas, tienen un horario muy bien preparado y suelen girar alrededor de trabajos e hijos. Y, por último, me gustaría destacar las familias espirituales donde parece que nada terreno tiene importancia porque todo viene de lo alto, esposos tan poco mundanos, tan poco reales, tan ideales y santos… que dan que pensar.
Evidentemente, son ejemplos un poco extremos y algo caricaturizados, aunque a lo largo de mi vida me he encontrado con personas y parejas que bien podrían situarse en alguno de los grupos anteriores. Las cosas son más complejas, los matices son mayores y todo es importante. El psicólogo Robert Sternberg, profesor de la Universidad de Yale, hizo su aportación hablando de la «teoría triangular del amor«, una teoría sencilla y clara que pretende explicar todo estos temas.
El profesor expone que son tres los ingredientes fundamentales en la vida de pareja: la intimidad emocional, la pasión y las ganas de comprometerse.
  • La intimidad emocional nos habla de la comunicación, de la pareja como lugar donde poder compartir y expresar sentimientos positivos o negativos. Es lo que nos hace sentirnos compenetrados con el otro. Va más allá del intercambio sexual. Es un nivel que se alimentos de pequeños actos cotidianos que permiten a la pareja sentirse unida. Es el ámbito que nos permite sentirnos a salvo, que convierte al otro en refugio y lugar de descanso. Es donde damos y tomamos ternura, compañía, seguridad, confianza… No llega de un día para otro. Crece poco a poco. Como podéis imaginar, no es exclusivo de mi pareja amorosa, pues también puedo llegar a experimentarla en las amistades íntimas.
  • La pasión erótica incluye todo lo relacionado con el sexo. Es el deseo que uno siente por el otro, es saber que le gustas, es preocuparse por mantener vivo ese fuego, es la mirada cómplice, las ganas de estar todo el día con el otro, es la dosis de locura, sorpresa, cuidado físico, cautivación mutua, que toda relación necesita.
  • Las ganas de comprometerse parten de la convicción de que eres mejor al lado del otro y que estás dispuesto o dispuesta a llevar eso hasta el final. Garantizas al otro que permanecerás a su lado, en lo bueno y en lo malo, que estás dispuesto a trabajar en equipo con él o con ella hasta el final. Que ya no está solo con tus decisiones, tus opciones… que todo es compartido, que todo concierne a ambos.
Suele pasar que los tres ingredientes son compartidos por los miembros de las parejas que parecen tener éxito en su relación. Son tres ingredientes necesarios que necesitan ser vividos por los dos. Si en mi relación, hay alguno de estos ingredientes que no se da… hay o habrá problemas. Porque no sólo de cariño vive la pareja. Ni tampoco sólo de sexo. Ni sólo de compromiso. Es misión de ambos trabajar cada día para que el triángulo esté presente. La segunda parte sería intentar que cada uno de estos tres vértices tengo un peso parecido en cada uno. Por ejemplo, si en mi triángulo la pasión supone el 50%, la intimidad el 20% y el compromiso el 30%, voy a tener desencuentros con mi pareja, para la cual la intimidad es el 60%, la pasión el 10% y el compromiso el 30%. Será trabajo de ambos hablar, conocerse y esforzarse en equilibrar sus «triángulos» conociendo que espera el otro de la relación.
Sobra decir que todo esto sólo funciona cuando uno y otro son personas maduras emocionalmente, autónomas, que no generan toxicidad en la relación, que se han trabajado por dentro y que son y dejan ser. Porque de lo contrario, esto se convierte en un triángulo imposible. Pero de eso, hablamos otro día. Y de Dios, que curiosamente, también ha sido representado muchas veces con un triángulo.
Un abrazo fraterno – @scasanovam  Santi Casanova, Aleteia
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