domingo, 9 de junio de 2019

Familia numerosa: bendita irresponsabilidad. Cristina Martínez Gijón.


La noticia de un test de embarazo positivo, que se convirtió, quince días más tarde, en la noticia de un embarazo gemelar, provocó una desmesurada preocupación por parte de algunos de nuestros “amigos” ¿Cómo os vais a organizar? ¿Tenéis ayuda en casa? ¿Os vais a mudar? ¿Qué coche os vais a comprar? ¿Tus padres qué dicen? ¿Ya paráis, no?, etc. Y es que en tan solo 4 años nuestra familia pasó de ser sólo dos a ser siete. Su preocupación era directamente proporcional a la alegría, ilusión, satisfacción y paz con la que nosotros recibimos la noticia, pues siempre hemos pensado que jugamos con ventaja, ya que Dios está siempre de nuestro lado.  
Lo que más nos dolió fue oír, en alguna ocasión, lo irresponsable que éramos al tener 5 hijos en cuatros años (2015, 2016, 2017 y 2019). Pues bien, con el tiempo hemos llegado a la conclusión de: bendita irresponsabilidad.
Nos casamos en junio de 2014 y desde el primer día tuvimos claro que queríamos una familia numerosa, y cada noche rezábamos para que Dios nos ayudara  a llevar a cabo nuestros planes de vida. Nos sentimos muy afortunados y agradecidos de esta maravillosa familia con la que Dios nos ha bendecido.
Somos una familia normal, donde no faltan, como en cualquier familia, las risas, los llantos, los gritos, los besos, los abrazos, los enfados, las reconciliaciones, etc . Sólo habría que echar un vistazo a nuestra casa, en plena hora de desayunos,  baños, o cenas. Somos una familia de 7 miembros que se esfuerza cada día por mejorar y que entiende que la felicidad consiste, sobre todo, en el darse a los demás.
Es cierto que nuestros días empiezan muy temprano. A las 4:30h le damos el biberón a uno de los mellizos, Gonzalo, que estuvo ingresado 26 días en la UCI de neonatos al nacer con poco peso y con cierta inmadurez y que consecuentemente, necesita comer más, para coger en peso a su hermano mellizo, Jacobo. A las 7h Jacobo empieza a reclamar su biberón para arrancar con fuerza la mañana y a partir de ahí, sincronizamos las tomas de los mellizos que irán comiendo en perfecta armonía, cada tres horas, hasta la hora de dormir, a media noche.
A mediodía, se viven unos de los momentos más tensos del día. Pues suelen coincidir los llantos de los mellizos, con los llantos de hambre y cansancio de las pequeñas Candela y Catalina, que vienen siempre exhaustas de la guardería.
El otro momento tenso del día es el momento baños y duchas. Uno ducha, y el otro viste, y mientras el otro termina de vestir, el uno se va a preparar la cena. Y así es como nuestro matrimonio funciona como una perfecta y armoniosa máquina engrasada.
La oración “Jesusito de mi vida” marca el momento de dormir de los niños y una vez dormidos, es cuando aprovechamos para hablar de nuestro día, de nuestras cosas, de nuestras inquietudes, de nuestros planes y de nuestros agobios.  Es verdad que el trabajo diario es pesado: comida, ropa, juegos, correcciones, sueño, poco tiempo para uno mismo, etc. Pero también es verdad que nos sentimos inmensamente ricos, ricos en cariño, en amor, en ternura, en bendiciones de Dios.
Por supuesto, que nuestra familia numerosa ha exigido grandes renuncias. Uno de los dos tuvo que renunciar a su carrera profesional para dedicarse en cuerpo y alma a la familia, el tiempo libre es monopolizado por nuestros hijos, y las cenas y los viajes son sustituidos por juegos en el parque, llevarlos a McDonalds a comer, etc. Nuestra economía rechaza caprichos centrándose en lo estrictamente necesario. Pero también es verdad que en las dificultades encontramos siempre el cobijo de nuestra Madre, la Virgen María, a la que acudimos con bastante frecuencia y nos sentimos muy cerca del Señor, que nos cuida y nos protege.
La vida nos ha cambiado  infinitamente a mejor, nos ha unido más como pareja, hemos comprendido que el verdadero amor consiste en mirar los dos en una misma dirección.  Todo esfuerzo tiene su recompensa. Sentimos un gran orgullo verlos crecer y como se protegen unos a otros. Siempre decimos que la mejor herencia que podemos dejarles son sus hermanos.
Para terminar, hay una pregunta que siempre nos suelen hacer y que resume perfectamente a nuestra familia imperfecta: ¿cómo lo hacéis para dividir vuestro corazón entre tantos niño? A lo que nosotros contestamos: el corazón no se divide, se multiplica. Pensamos que  nuestro corazón se agranda para amar a cada uno en forma especial, única, diferente e igual para todos y cada uno.
jovenescatolicos.es





















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