jueves, 20 de septiembre de 2018

Para ayudarte a leer e interpretar las Escrituras: San Ambrosio

Muchas veces leemos la Biblia (ojalá frecuentemente) y sólo queda en nuestra mente la información. La Palabra de Dios siempre te habla sobre tu vida. Te ofrecemos un pasaje del evangelio y un maravilloso ejemplo de cómo puedes dejar que ilumine tu vida.


Jesús resucita al hijo de la viuda  de Naím

Jesús resucita al hijo de la viuda  de Naím
Evangelio según San Lucas 7,11-17.

"Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud.
Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba.
Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores".
Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate".
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo".
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina."
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Ambrosio (c. 340-397)
obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, 5, 89, 91-92
 (Véricel, El Evangelio comentado, p.132)

« Joven, a ti te digo: Levántate» (Trad. ©Evangelizo.org)

Incluso si los síntomas de la muerte han quitado toda esperanza de vida, incluso si los cuerpos de los difuntos yacen cerca de la tumba, con la voz de Dios, los cadáveres ya listos para descomponerse se levantan, recuperan la palabra; el hijo es regresado a su madre, es llamado de la tumba, fue arrancado de ella. ¿Cuál es tu tumba? Tus malas costumbres, tu falta de fe. Es de esa tumba que Cristo te libera, de esa tumba que resucitarás, si escuchas la Palabra de Dios. Incluso si tu pecado es tan grave que no puedes lavarlo por ti mismo por las lágrimas de tu arrepentimiento, la Iglesia, tu madre, llorará por ti, ella que interviene por cada uno de sus hijos como una madre viuda por su hijo único. Pues ella se compadece de una forma de sufrimiento espiritual que es natural para ella cuando ve que sus hijos son arrastrados hacia la muerte a causa de vicios funestos…
Que llore entonces, esta piadosa madre; que la muchedumbre la acompañe; que no solamente una muchedumbre sino una multitud considerable se compadezca de esta dulce madre. Entonces resucitarás en tu tumba, serás liberado; quienes cargan el féretro se pararán y te pondrás a decir palabras de vida, todos quedarán sorprendidos. El ejemplo de uno sólo corregirá a muchos y alabarán a Dios de habernos dado tales remedios para evitar la muerte.













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