martes, 4 de septiembre de 2018

10 hermosas razones por las que todos debemos sentirnos agradecidos con Dios


Darle gracias a Dios por los favores que nos hace, siempre es fácil cuando el favor por el que le hemos orado tanto, es inmenso, casi del tamaño de júpiter. Es ahí cuando después de momentos de angustia o dificultad decimos ¡Gracias, gracias Diosito! Pero hace falta darle gracias también por las pequeñas cosas, las que nos parecen insignificantes o las que consideramos normales, porque «suponemos» que todos las tienen.

Gracias Señor por darme la oportunidad de nacer



Gracias porque mis padres, aunque pudieron haber elegido el aborto, decidieron dejarme vivir. Me dieron la oportunidad de llegar a este mundo, el mismo que ha sido creado por tu mano. Me permitieron crecer, me llenaron de amor y me ayudaron a ser la persona que soy hoy.

Gracias por la vida de mis padres



Porque aunque hoy tal vez ya no estén y hayan partido contigo, me han dejado las mejores lecciones. Gracias por el coraje y la valentía que les diste para afrontar la paternidad, por todos los sacrificios que de pronto hoy siguen haciendo por mi, por las llamadas, los consejos y las palabras de aliento. Gracias porque los llenaste de paciencia cuando yo parecía causa perdida, porque limpiaron mis lágrimas y mis heridas les dolieron más que a mi.

Gracias por cada miembro de mi familia



Pueden ser 10 o 100 en total, pero cada uno comparte mi sangre. Gracias porque en ellos he encontrado el calor de hogar, la esperanza y la fortaleza para salir adelante. Gracias por mis abuelos, mis padres, mis tíos, mis primos, mis sobrinos, mis nueras, mis cuñados, todos son una parte de mi, a todos los has puesto en mi árbol familiar.

Gracias por el dolor que has puesto en mi vida



Porque gracias a ese dolor hoy soy más fuerte, recurro a ti y recuerdo que mi sufrimiento es insignificante comparado con tu dolor en la cruz. Porque sin todos los obstáculos y las lágrimas que he derramado, tal vez no vería el mundo de este modo, con un poco más de piedad y compasión. Gracias Señor, por permitirme entender que a través de mi dolor también puedo estar más cerca de ti.

Gracias por todos los momento de alegría que me has dado



Por cada sonrisa y carcajada que me haz regalado desde el día en que abandoné el vientre de mi madre. Gracias porque a través de otros, me has hecho reír cuando mi corazón estaba lleno de ira o desilusión, porque me ha dolido la panza y he estado a punto de mojar los pantalones a causa de un buen chiste o suceso de la vida.

Gracias porque has permitido que me rompan el corazón



Sin las heridas y cicatrices que tengo, no sería la misma persona. Gracias Señor, porque me has hecho comprender que la soledad aceptada con amor, es otro de tus grandes regalos. Porque gracias a esas rupturas hoy valoro más a los que me rodean, abrazo con más fuerza y me atrevo a hacer cosas que jamás hubiera imaginado hacer.

Gracias por los amaneceres y los atardeceres



También por las noches estrelladas, por el cielo salpicado de tu amor, por la luz de la luna y el calor del sol. Gracias por teñir el cielo de rosa para mi, por manifestarte en la naturaleza y ser parte del aire que respiro. Son innumerables las veces que le he dado la espalda a estas maravillas tuyas, que han brotado de tu amor para mi, tu hijo pecador y frágil. Gracias por dejarme encontrarte en el colibrí, en una flor o en la densidad del mar.

Gracias por mostrarme el camino para volver a tus brazos



¿Qué haría sin tu perdón? Caigo constantemente, me hundo en mi propia miseria y aun así tu me rescatas del pecado, me ves con bondad y perdonas eso que te prometí que no iba a volver a hacer. Gracias Señor, porque me escuchas en todo momento y porque cuando vuelvo arrepentido ante tus pies, tu misericordia me abraza.

Gracias porque soy querido por otros



Porque aunque puede que no sean muchos, me has demostrado que el amor existe y que también puedo amar a los demás. Gracias por mi familia, por mis amigos, por mi pareja y por los latidos de mi corazón, por las mariposas que he sentido en el estómago, por los besos inocentes, las miradas delatoras, las agarradas de mano y los «te amo».

Gracias porque puedo llamarme tu hijo



Este es uno de los más grandes regalos. Aunque no lo merezca me has hecho tu hijo, me has dado la oportunidad de seguirte, de ser parte de la Iglesia, de tener la dicha de contar con los sacramentos y de tener a la mejor de las madres, María Santísima.
Cuéntanos en los comentarios por qué otras cosas estás agradecido hoy con Dios y recuerda compartir este post con los que más quieres. 
Nory Camargo, Aleteia








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