sábado, 25 de agosto de 2018

Carta abierta a todas aquellas mujeres que están embarazadas o que ya son madres

mamá

«Cuando quedé embarazada y aún no había terminado la universidad ni mucho menos me había casado, varias personas me dijeron: “Tantos sueños que tenía por cumplir”, “se dañó la vida”, “tantas ganas de viajar”, “tantas oportunidades que se echaron a perder”. Unos lo dijeron en voz alta, otros lo dijeron con miradas, y a otros, el silencio les gritaba desde el corazón. Hoy, al graduarme de la universidad, tengo un logro en cada mano, uno más importante que el otro. Juan José es sin duda lo mejor que me ha pasado en la vida, convertirme en mamá me impulsó a ser mejor ser humano, mejor mujer, mejor hija, mejor hermana, mejor sobrina, mejor prima, mejor nieta, mejor amiga, mejor profesional.
Hoy tengo el corazón lleno de amor y orgullo porque no he llegado aquí sola, Dios y María Santísima jamás me abandonaron, estuvieron ahí en cada paso. Mis padres han sido siempre mi pilar y he contado con su apoyo incondicional aún sin a veces merecerlo. Hoy puedo sonreír con el alma, puedo besar a mi hijo y saber que fue él quien me ayudó a exigirme más, a ser más fuerte.
Y si tal vez estás leyendo esto y estás embarazada, me gustaría empezar diciéndote que eres muy afortunada, porque no todas las mujeres cuentan con la dicha de convertirse en madres. Probablemente no te sientes digna ni de una felicitación por el hijo que llevas en el vientre, porque aun eres muy joven, porque aún no estás casada, porque tu pareja te abandonó y quedaste en ridículo delante de todos y ahora te das golpes de culpa en el pecho por haber confiado en ese hombre que te juro estar siempre ahí. Probablemente no te sientas feliz, porque no sabes cómo vas a darle la noticia a tus padres, porque no sabes qué va a decir todo el mundo, porque simplemente un bebé no estaba dentro de los planes más cercanos o tal vez nunca deseaste ser madre.
No sé cuál sea tu historia, no sé si lo planeaste o no, no sé si aún eres demasiado joven y ni siquiera debías tener relaciones sexuales. No sé si estas arrepentida de lo que hiciste o si por el contrario estás saltando en una pata de la felicidad, tampoco sé de qué país eres, no sé si cuentas con el apoyo de tu pareja o familia, no sé en qué circunstancias quedaste embarazada. Pero si se otras cosas, sé que estás llena de miedo, sé que si ya se lo comentaste a los demás has tenido que soportar las miradas y los murmullos, sé que la gente es indiscreta y algunas veces no tiene tacto para expresar su opinión, sé que te han mirado con ojos de decepción o de rabia, sé que te han preguntado: ¿en qué estabas pensando? Sé que más de uno te ha sugerido un aborto porque ahora no existe algo más sencillo que abortar.
Puede que tengas 18 años o 35 y aun así la gente te juzgue por la decisión que tomaste de traer a un bebé a este mundo. Sé que tal vez casada la soledad te abruma, se además que amas a ese hijo que llevas en el vientre aunque no lo hayas dicho en voz alta, sé que la felicidad te embarga por instantes pero se opaca fácilmente por las palabras hirientes que salen de la boca de otras personas. Por eso hoy te escribo esta carta a ti, dos años después de dar a luz a mi hijo, el mismo que soportó mis variantes estados de ánimo durante el embarazo.
Hoy me dirijo a ti para decirte que debes ser valiente, que debes sacar fuerza de donde ya no la hay porque serás el ser más importante en el mundo para ese bebé que viene en camino. Porque nueve meses después lo podrás cargar, lo verás a los ojos y sabrás que la opinión de los demás jamás debió importarte. Me gustaría limpiar las lágrimas de tu rostro y decirte que nunca vas a estar sola, porque aun si no tienes pareja o si todos te dieron la espalda, Dios jamás te olvidó.
Hoy quiero decirte que un hijo no se tira las cosas, no obstaculiza los sueños, no te amarra o se convierte en una carga; porque la decisión está en ti misma, la decisión de seguir adelante solo está en tus manos y solo tú te encargas de trabajar por alcanzar lo que anhelas. Las críticas de los demás no deben convertirse en un camino que nos lleve al fracaso. Eres responsable de tu futuro y de llevar a cabo esas metas con las que siempre soñaste. No renuncies, no dejes a un lado tu carrera o tu trabajo, no te rindas.
Cuando dijeron mi nombre en la ceremonia del grado para entregarme el diploma, recordé lo duro que fue llegar hasta donde estaba, recordé cada palabra que me lastimó pero que me hizo más fuerte, recordé a mis padres y la decepción que sintieron al saber que no había hecho las cosas al derecho, recordé sus ojos cargados de tristeza al pensar que había terminado con mi carrera, recordé los golpecitos de lastima en la espalda que me dieron muchos. Pero también recordé la indescriptible alegría que se apoderó de mí cuando tuve por primera vez a Juan José en los brazos, recordé la primera vez que me dijo mamá y la primera vez que río a carcajadas. Recordé sus abrazos y sus mejillas rojas de tanto correr, recordé a todos los que me dijeron que siguiera adelante y le di gracias a Dios porque fue Él quien me lleno de fuerza para jamás rendirme y fue María Santísima quien me consoló en medio del dolor.
Hoy quiero decirte que no es el fin sino el comienzo de una nueva vida, de una nueva forma de asumir las oportunidades y los obstáculos. Ser mamá no es fácil, no todos los días son de alegría, no juegas todo el tiempo con tus hijos perfectamente arreglada como lo muestran en los comerciales. A veces lloras, a veces ríes y a veces haces las dos cosas al tiempo. Te frustrarás pero volverás a sentirte bien poco después, te despeinarás y no te verás igual al espejo, aprenderás a cantar y a leer cuentos inventando voces y sonidos, no dormirás y tendrás ojeras de mapache. Ya no necesitarás despertador y valorarás más el tiempo y las cosas simples, descubrirás de nuevo el mundo a través de sus ojos y un día lo tendrás en  brazos y pensarás –¡qué rápido pasa el tiempo!–, sonreirás y te sentirás orgullosa de ser madre, no cada segundo de la vida, pero sí todos los días.
Hoy quisiera decirles a todas esas mujeres embarazadas que se sienten solas o tristes, que si se puede, que se puede llegar lejos y que los sueños se cumplen de manera extraordinaria en compañía de un hijo».

Nory Camargo, CatholicLink








No hay comentarios:

Publicar un comentario