lunes, 1 de enero de 2018

Grandes testimonios sobre la presencia de Jesús vivo en el sagrario

Jesús escondido en el sagrario siempre ha sido mi mejor amigo.

Desde niño, cuando vivía en la provincia de Colón, en Panamá, aprendí a quererlo y reconocer su presencia verdadera en las hostias consagradas por un sacerdote.
Había una capilla enfrente de mi casa.Era de las Siervas de María. Estaba en calle 9 y Avenida Roosevelt. Me encantaba cruzar antes de ir al colegio para saludar a Jesús. Lo recuerdo como un lugar acogedor que invitaba a la oración y el recogimiento. Sabía que allí se encontraba mi gran amigo.
A veces, desde la ventana de mi casa lo saludaba:
―Eh Jesús, ¿cómo va todo?
Su presencia amorosa me acompañó durante toda mi vida. En los momentos favorables y los no tan buenos.
Él siempre ha estado disponible para todos nosotros.
Nunca me dice:
―Ahora no, que estoy muy ocupado.
Sonríe generosamente, me mira compasivo y casi exclama:
―¡Qué alegría verte Claudio! ¡Ven! ¡Tenemos mucho que charlar!
Siempre está disponible, esperando.
Cuando lo visito, suelo decirle:
―Eres tan bueno Jesús. Gracias por amarnos tanto.


Este año recibí muchos testimonios sobre la presencia real de Jesús en los sagrarios. Todos bellísimos. Expresaban un gran amor y agradecimiento por los favores recibidos.
Dos testimonios me han conmovido mucho.
El de esta dulce abuelita que un día me telefoneó para contarme lo solitaria que estaba. Vivía sumergida en los recuerdos y la tristeza de saberse poco amada. Tuve la certeza de enviarla con el Amor de los amores.
“Vaya a la capilla de su parroquia donde tienen el sagrario y dígale a Jesús lo que está pasando. Él va a ayudarla”.
Ella fue a verlo.
“Me dijeron que me ayudarías Jesús”, le comentó.  Y lo que serían cinco minutos ante el sagrario se convirtieron en horas de felicidad. Ahora vive para Jesús. Le encanta ir a misa diaria y al terminar se queda haciendo compañía a Jesús en el sagrario. Ayer me telefoneó para contarme sus grandes aventuras. Es impresionante. Se sabe amada desde una eternidad.
“Jesús es muy tierno”, me dijo ilusionada.
Desde que lo visito ya no me siento sola ni triste. Tengo alguien que me escucha y me brinda incondicionalmente su amor. Paso horas con Él. Un tiempo que se va en segundos y no lo siento de lo feliz que estoy. Nunca imaginé tanta felicidad. Conversamos de todo y Él siempre me escucha”.
El segundo y más impresionante testimonio fue el de este hombre al que los médicos desahuciaron. Le dieron un par de semanas de vida, por un cáncer terminal que le había carcomido el cuerpo. No había nada que hacer salvo poner en orden sus cosas, pasar tiempo con su familia y esperar el fin.
Él decidió visitar a Jesús en el sagrario: “Concédeme la gracia de vivir. Y te prometo que el tiempo que me des te lo dedicaré”. De pronto, el cáncer se detuvo. Los médicos no han podido comprender qué paso. Esto fue hace 5 años. Ha dedicado este tiempo a servir a Dios llevando la Buena Nueva del Evangelio, compartiendo sus vivencias con Jesús en el sagrario.
Tengo tantos y maravillosos testimonios. Los iré compartiendo con ustedes. Por lo pronto vayan a los sagrarios cercanos a sus casas. No dejen solo a Jesús, que sepa que lo amamos. Y un favor… Cuando vayas dile: “Claudio te manda saludos”.
Dios te bendiga y te guarde siempre en su amor.
Claudio de Castro, aleteia


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