lunes, 31 de diciembre de 2018

Experimento con los vecinos



JESÚS MARÍA SILVA CASTIGNANI, SACERDOTE QUE LLEVA ADELANTE ESTE EXPERIMENTO
Jesús nació en Barcelona el 3 de junio de 1983, aunque ha vivido en Madrid desde 1984. Es el número trece de catorce hermanos. A pesar de que sus padres eran creyentes, vivió su adolescencia como si Dios no existiera, hasta que el Señor salió a su encuentro y se convirtió. Recibió la vocación sacerdotal, y entró en el Seminario Menor de Madrid. De ahí pasó al seminario mayor de Madrid, donde permaneció hasta su ordenación sacerdotal, el 3 de mayo de 2008. Ejerció sus primeros años de ministerio en la parroquia San Miguel Arcángel de Madrid, donde permaneció hasta 2013, año en el que la Iglesia le encomendó la tarea de realizar el doctorado en teología dogmática en la Universidad San Dámaso, y le destinó a la parroquia San Leopoldo, en Madrid.













Cuando Dios dice “no”: 10 maneras de hacer más efectiva la oración de petición

A continuación hay 10 consejos para hacer que las oraciones de petición sean más efectivas, presentadas por el Padre John Hampsch en su obra
“When God says No”.


Según el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), la oración tiene muchos matices. Uno de ellos es el de petición. En este cobramos conciencia de que somos criaturas de Dios y por ende necesitadas de su poder y paternidad (CIC 2629).
La petición del cristiano debe estar centrada en la búsqueda del Reino de Dios en su vida y en la de los demás (CIC 2632). En este sentido, Cristo se da a conocer como aquel que vela por nuestras necesidades, todo en orden de nuestra salvación (CIC 2633).
A continuación hay 10 consejos para hacer que las oraciones de petición sean más efectivas, presentadas por el Padre John Hampsch en su obra “When God says No”.

1. Acción de gracias y honor

Prioriza dar gracias, honor, gloria y alabanza a Dios ¡Ningún amigo quiere ser tratado como cosa y el Señor tampoco!
“Pero buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán dadas.” ( Mat. 6:33 )

2. Orar por la fe

Jesús reprende a sus discípulos por falta de fe. Le pedimos que mueva montañas, pero primero debemos rogar para que nos ayude en profundizar en la fe necesaria (Mateo 17:20).

3. Perdonar

La falta de perdón es un obstáculo importante para recibir respuestas a nuestras oraciones (Mateo 6: 14-15).

4. Busca la curación espiritual

La curación espiritual ocurre a través de la contrición, la confesión y la lucha continua que viene con el deseo de santidad.
El Padre Hampsch indica: “Es inútil pedirle a Dios favores mientras escupes en su cara viviendo en un estado de pecado”. La curación espiritual lleva a la curación emocional y física también (1 Jn. 3: 21-22).

5. Buscar la curación emocional

Si la petición es para la curación física, la causa principal podría ser una herida emocional no curada.
No somos almas atrapadas en cuerpos. Estamos compuestos por cuerpo y alma. Las Escrituras confirman esta profunda unidad conectiva: “Un corazón alegre es la salud del cuerpo, pero un espíritu deprimido seca el hueso” (Prov. 17:22).

6. Despídete de la mezquindad

Los apóstoles fallaron en el exorcismo de un niño debido a su “perversidad”. Pero también era debido a que entre ellos aún había intenciones qué pulir. Ante ello, Jesús les explica que para ser grandes, deben ser pequeños como los niños (Lucas 9, 37 – 48).

7. Dile adiós a los actos no caritativos… especialmente en tu familia:

“Del mismo modo, ustedes, los esposos, deben vivir con sus esposas en comprensión, mostrando honor al sexo femenino más débil, ya que somos herederos conjuntos del don de la vida, para que sus oraciones no se vean obstaculizadas” (1 Pedro 3: 7).

8. Ora por los demás

Deja de ser egoísta, intercede por los demás y pide a los demás que interceda por ti (Mat. 18:19-20, Jas. 4:3. 5:16).

9. Lee la Biblia diariamente

“Si permaneces en mí y mis palabras permanecen en ti, pide lo que desees, y se hará por ti” (Jn, 15:7).

10. Ora EN SU NOMBRE, rindiéndose a su voluntad

“Para que todo lo que pidas al Padre en mi nombre te lo dé” (Jn, 15:16).
Dios solo nos da lo que es bueno, para nuestro bien. Entonces, si una oración no es respondida como se solicita, confíe en Él de todos modos. Él te ama más de lo que tú te amas a ti mismo. Dios respeta tu libertad, y tú debes respetar la suya.
“Como dijo mi profesor en la escuela de posgrado”, indica el Padre John Hampsch, “‘¡Deja de tratar a Dios como un viejo abuelo senil que esperas darte las llaves del Porsche cuando quieras!’, y recuerda… nunca te rindas!” (Lucas 18:1).
ChurchPOP













domingo, 30 de diciembre de 2018

Consejos y trucos para dialogar con un adolescente

Consejos para establecer un diálogo con un adolescente y construir una relación de confianza verdadera y duradera

MOTHER TEEN
Los padres de los adolescentes pueden dar testimonio de ello: las relaciones con sus hijos cambian cuando el niño o niña se convierte en adolescente. “Entonces los padres ya no pueden ejercer su autoridad de manera tan vertical como durante la infancia, sino acompañando al joven en su día a día”, subraya Pascale Morinière, médico generalista y vicepresidente de Asociaciones de Familias Católicas de Francia (AFC) en su libro sobre educación afectiva y sexual en la adolescencia “Au secours, mon bébé a grandi !” (En francés, “¡Socorro, mi bebé ha crecido!”.
Explica el doctor que “será necesario que los padres escuchen, que acepten el debate, que inviten al joven a plantearse preguntas, que señalen las consecuencias y que pasen tiempo con el adolescente cuando lo necesite, manteniendo siempre la confianza”.
Aunque los límites y las prohibiciones son necesarios, no son suficientes. “La mejor protección es una educación a través de una relación de acompañamiento y de diálogo, pacientemente tejida a lo largo del tiempo”, precisa Pascale Morinière. Esto requiere compromiso, esfuerzo, tiempo, valor y una cierta maestría en el arte de dialogar con un adolescente, a veces reticente a las confidencias.

Utilizar la tercera persona

Formular el diálogo en tercera persona del singular, haciendo referencia a una persona externa, a un personaje de un libro o de una película, permite abordar temas íntimos sin necesidad de entrometerse en la vida del adolescente. Esto permite transmitir ciertos mensajes al tiempo que se mantiene una distancia cómoda para el adolescente.
Aunque no es algo fácil de aplicar en el día a día, este método sí es particularmente útil para abordar o profundizar en un tema aprovechando la oportunidad que cree un libro, una película o una situación relativa a personas externas a la familia.


DISRESPECTFUL TEENAGER
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Acompañar las negativas con explicaciones

“Los adolescentes necesitan unos padres sólidos, que sepan decir no y se atrevan a establecer diálogo con sus hijos”, insiste Pascale Morinière. El diálogo no quiere decir laxismo y no entraña necesariamente la adhesión del joven, pero demuestra al joven que se le está tomando en serio y que los padres dedican el tiempo necesario para explicarle su punto de vista. Si las frases negativas o de prohibición se acompañan de explicaciones, si se enuncian sin cólera y sin gritar, mirando al hijo o hija a los ojos, plantean un límite estructurador al mismo tiempo que dicen: “Tienes valor propio, a mis ojos eres precioso y cuido de ti”. El adolescente tiene capacidad para comprender esto.

Saber escuchar

Una escucha activa es necesaria para establecer un auténtico diálogo con un adolescente. Si escuchamos de forma distraída  sus palabras, mientras hacemos alguna tarea doméstica sin prestarle atención realmente o con un ojo en el móvil, el o la adolescente puede sentirse rápidamente incomprendido y terminar por sumirse en el silencio.


PIXABAY

Plantear cuestiones abiertas

Iniciar un diálogo es más fácil si se plantean preguntas abiertas que inviten al adolescente a desahogarse o, por lo menos, tener tiempo de responder de manera holgada y no con intervenciones forzadas sin sustancia. Así, mejor es decir “¿qué tal te ha ido el día?” que preguntar “¿te ha ido bien en la clase de historia?”.

Dar una oportunidad para mantener vivo el diálogo 

Para que nazca y se mantenga un auténtico clima de diálogo y confianza, ¡no interrumpas a tu adolescente! Déjale hablar a su ritmo, incluso respetando los momentos de silencio. No dudes en reformular sus palabras para demostrar que has comprendido bien sus sentimientos. Por último, demuestra receptividad, mira a los ojos y expresa signos de interés con tu actitud y tus palabras.

Mathilde De Robien, Aleteia


























viernes, 28 de diciembre de 2018

ALEGRE VILLANCICO EN QUECHUA

«En el portal de Belén el niñito está llorando, buscándonos a los pecadores», reza la letra de Belen portalpis, un villancico cantado en quechua por los niños acólitos de la catedral de Huancavelica (Perú), derrochando musicalidad, color, interpretación, inocencia y alegría.




















jueves, 27 de diciembre de 2018

Castidad: la mejor versión de uno mismo





Cuando uno llega por primera vez a un colegio en el que tiene hermanos
mayores, de alguna manera vive de la reputación de ellos, al menos al
principio. Si los hermanos mayores han sido buenos alumnos, los profesores
esperan que uno también lo sea. Pero si han sido terribles, uno tiene que
probar su propia inocencia. Bueno, algo así le pasa a la castidad, sólo que
el salón de clases es la escena pública, y los "hermanos" a los que se
la asocia tienen muy mala fama, pero nada tienen que ver con ella.
El problema
Suele asociarse la castidad a una actitud represiva —la “hermana” mala—,
según la cual, la persona casta sería aquella que reprime sus deseos y
huye de los placeres. De ahí que la castidad estaría configurada por una
sola constante: el rechazo al mundo de la sexualidad. Este rechazo se
concretaría ese doble movimiento: huida de los placeres que se asoman
en el horizonte, y represión de aquellos que, a pesar de la huida, a uno l
o alcanzan.
Ahora bien, este rechazo al mundo de la sexualidad está lejos de ser la nota configurativa de la castidad. Que a veces se exprese de ese modo no quiere
decir que la configure. De hecho, la castidad está íntimamente vinculada con
la libertad, y con la posibilidad de llegar a ser la mejor versión de uno mismo.
Esto a la luz de la comprensión de la castidad como virtud. ¿Qué implica esto?
El violinista y el marinero
La noción de virtud nos viene de los antiguos griegos, y para ellos
significaba algo así como "lo mejor". Es una comprensión que, en cierta
medida, ha llegado también hasta nuestros días. En efecto, el violinista
virtuoso es el que mejor interpreta las piezas que toca. El marinero virtuoso
es el que mejor navega y llega con éxito a su destino. Pero nótese esto.
Ningún violinista es virtuoso porque toca magníficamente una sola pieza, sino
que lo es porque se adapta mejor a cualquiera de ellas, y en todas manifiesta
su destreza. De igual modo, el marinero virtuoso no es el que siempre huye de
las tormentas, sino el que sabe cuándo encararlas y cuándo evitar entrar en
ellas. Así, la mejor versión del marinero no es la del que ejecuta
 automáticamente siempre la misma operación, sino la del que mejor se
 adapta a cualquiera en orden a conseguir el fin buscado. Y en diversas
circunstancias, la consecución de dicho fin puede implicar la realización de
actos contrarios: huir de la tormenta si es demasiado fuerte, o encararla si
la tripulación la puede afrontar.
Algo muy similar ocurre con la castidad, considerada ésta como virtud. Que
sea virtud implica dos cosas. En primer lugar, que me permite alcanzar la
mejor versión de mí mismo. En segundo lugar, que el fin de la virtud no se
consigue reaccionando siempre de la misma manera.
Castidad como virtud
En efecto, en cuanto virtud, la castidad es un hábito, el cual se adquiere mediante la continua y deliberada realización de actos en orden a un fin. Pero así como con el violinista o el marinero, lo central no está tanto en la repetición del mismo acto, sino en tender siempre —y libremente— hacia el mismo fin. En lo relativo a la castidad, el fin es la ordenación del maravilloso mundo de la sexualidad al amor. Y a ese fin se puede llegar incluso mediante la realización de actos contrarios —aceptación y rechazo—. Por ejemplo, en una pareja de esposos, la castidad como virtud se expresa disfrutando plenamente de una relación sexual, y rechazando todo tipo de encuentro con alguien que no sea la pareja.
En una relación de noviazgo, las demostraciones de afecto ponen en juego el mundo de la sexualidad. Y como aquí no existen fórmulas matemáticas, la castidad como virtud ordenada al amor es fundamental para encontrar un equilibrio. No hablo aquí de amor como sentimiento egoísta, sino de la búsqueda auténtica y sincera del bien de la otra persona. La castidad ordenada permanente al amor ayuda a no avanzar cuando deja de primar la búsqueda de lo mejor para el otro, y a revertir aquellas situaciones en las que se avanzó más de la cuenta. Pero siempre bajo la convicción de que la castidad ayuda a ser lo mejor que uno puede ser; es decir, la mejor versión de uno mismo en orden al amor.
Daniel Torres Cox
Artículo publicado originalmente en AmaFuerte.com.

















¿Cómo afecta el alcohol al cerebro?

Mientras todos los sistemas del cuerpo sienten los efectos del alcohol, el sistema nervioso central es particularmente sensible. Eso es porque el alcohol puede pasar a través de la barrera hematoencefálica, llegando directamente a las neuronas. Por esto mismo el alcohol tiene efectos inmediatos sobre el sistema nervioso y el cerebro.

ALCOHOL
Una bebida alcohólica afecta a las personas de manera diferente dependiendo de su sexo, tamaño, tipo de bebida, tiempo de consumo y otros factores, por lo que los síntomas van a depender del nivel de alcohol en la sangre.
  • Entre 0,1 y 0.5 gramos de alcohol por litro de sangre
La velocidad de nuestras reacciones es más lenta. Esto tiene consecuencias importantes cuando se conduce un vehículo.
  • Entre 0,5 y 1 gramo de alcohol por litro de sangre
Euforia, verborrea, desinhibición, reacciones aún más lentas y una discreta falta de coordinación.
  • Más de 1 gramo de alcohol por litro de sangre
Aparecen otros síntomas como dificultad en el habla, mayor descoordinación, y de la sensación de euforia inicial se pasa a un estado de letargia o depresión.
El alcohol es una droga depresiva. No es euforizante como muchas personas piensan, solo en pequeñas cantidades tiene un efecto euforizante.
  • Por encima de los 3 gramo de alcohol por litro de sangre
Puede aparecer un coma etílico, incluso el alcohol puede provocar la muerte.
Conforme aumentan la concentración de alcohol en sangre, lo que principalmente se afecta es el cerebro. En la autopsia de personas que han fallecido después de un coma etílico se puede observar la presencia de edema cerebral (el cerebro se dilata) y de pequeñas hemorragias distribuidas por todo el cerebro.
Daños específicos al cerebro 
Los alcohólicos, las personas que han estado bebiendo grandes cantidades de alcohol durante largos períodos de tiempo, corren el riesgo de desarrollar cambios serios y persistentes en el cerebro. El daño puede resultar de los efectos directos del alcohol en el cerebro o pueden resultar indirectamente, de un mal estado de salud general o de una enfermedad grave del hígado. 
Las personas que sufren de alcoholismo tienden a desarrollar desórdenes cerebrales serios tal como el síndrome Wernicke-Korsakoff (WKS). WKS es una enfermedad que consiste de dos síndromes separados, un desorden de corta duración y de condición grave llamado encefalopatía de Wernicke y un desorden de larga duración y debilitante llamado psicosis de Korsakoff. 
Los síntomas de la encefalopatía de Wernicke incluyen confusión mental, parálisis de los nervios que dan movimiento a los ojos (i.e., disturbios de oculmotor) y dificultad con la coordinación de los músculos. Por ejemplo, los pacientes con encefalopatía de Wernicke pueden estar demasiado confusos para encontrar el camino para salir de una habitación o ni siquiera podrían caminar. Muchos pacientes que sufren de encefalopatía de Wernicke, sin embargo, no manifiestan todas las tres señales y síntomas, y los clínicos que trabajan con las personas que sufren de alcoholismo se deben dar cuenta que este trastorno podría estar presente aun en el caso que el paciente muestre solamente uno o dos de ellos. 
Aproximadamente del 80 al 90 por ciento de personas que sufren de alcoholismo con encefalopatía de Wernicke desarrollan también la psicosis de Korsakoff, un síndrome crónico y debilitante caracterizado por problemas persistentes de aprendizaje y de memoria.
Los pacientes con la psicosis de Korsakoff son olvidadizos y se frustran rápidamente y tienen además dificultad para caminar y dificultad de coordinación. A pesar que estos pacientes tienen problemas para recordar vieja información (i.e., amnesia retrógrada), lo más sorprendente es su dificultad para “asimilar y recaptar” la nueva información (i.e., amnesia anteretrógrada). Por ejemplo, estos pacientes pueden discutir en detalle algún suceso en sus vidas, pero una hora más tarde no recuerdan ni siquiera la conversación. 
La sana información es uno de los remedios más eficaces para tomar conciencia sobre las implicaciones de salud que el alcohol tiene en la propia vida y tomar decisiones para mejorar siempre el estilo de vida. 
  Javier Fiz Pérez, Aleteia



























lunes, 24 de diciembre de 2018

El vestuario de las cuatro estaciones, o cómo poner orden en tu vida interior

Primavera, verano, otoño, invierno ... Nuestra existencia espiritual también conoce estaciones. Como un armario con una sucesión de cajones, cajas y estantes que deben encontrar un equilibrio particular. Para lograr una armonía interior que otros llamarán serenidad o paz interior, uno debe poner orden en su vida mientras se esfuerza por poner orden en sus asuntos personales
CLOSET
Cada mañana, podemos tomar conciencia del regalo de la vida que Dios nos ha dado. Cada día estamos llamados a ser “capaces de Dios”, según la hermosa expresión de Ireneo de Lyon, uno de los Padres de la Iglesia.
Esto exige poner en orden nuestra vida interior como lo haríamos con nuestros artículos personales, subraya Michael Davide, hermano benedictino y autor de Nos saisons intérieures, una meditación magnífica que nos ayuda a recentrarnos sobre nuestra vocación humana.
La obra esboza la imagen alegórica del armario de las cuatro estaciones, que busca reflejar este ordenamiento de nuestra existencia espiritual y humana.
Así, nos permite lograr una “creatividad armoniosa” que unos llaman paz interior y otros sabiduría o incluso serenidad. 

Cada cosa en su lugar

Para el hermano Michael, la vida de cualquier persona es comparable a un armario. Cada cosa corresponde a un lugar propio.
Hay un tiempo para llevar ropa y otro tiempo para ordenarla. Hay cosas que utilizamos todos los días y otras que reservamos para las grandes ocasiones. Las puertas de las estaciones, las estanterías de las ocasiones, los cajones de las situaciones, (…) los cofrecillos de las circunstancias excepcionales…”.
Por tanto, es esencial abrir el armario de nuestro corazón para cada vez seleccionar aquello que necesitemos y también devolver cada cosa a su lugar llegado el momento.
Así, podemos mantener el orden interior que permite vivir en armonía con uno mismo y en consonancia con los demás.
Según el hermano benedictino, la existencia espiritual y humana experimenta también sus propias estaciones: primavera, verano, otoño, invierno.
Con estas estaciones atravesamos por las dimensiones más concretas de la vida: el cuidado necesario de nosotros mismos, el tiempo para nuestras relaciones amistosas o amorosas, el trabajo, las derrotas, los éxitos, los sueños…

La primavera: cuidar de uno mismo 

Al abrir las puertas del armario se descubren los diferentes compartimentos. Algunas cosas están al alcance de la mano, para llegar a otras es necesario ayudarse de una escalera.
Al igual que todas estas cajas, cajones y estantes, todos debemos asumir en qué situación nos encontramos.
Esta atención a uno mismo comienza siempre con un primer paso necesario: reconocer y aceptar la propia complejidad. Pero no como un peso, sino como una verdadera oportunidad.
Sabemos hasta qué punto suele ser difícil aceptarse y amarse a uno mismo, sencilla y sinceramente. Hay sufrimientos con los que cargamos que se convierten en tormentos.
De modo que hay que tener el valor de aprender a apreciarse recibiendo en uno mismo el misterio de la vida.
Se trata de familiarizarse con cada elemento de nuestra existencia para convertirlo en un lugar de autenticidad.
Tal y como destaca el hermano Michael, “la lealtad al proyecto de Dios sobre nuestra humanidad implica inevitablemente esta atención a uno mismo”.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,8).
Si cuidamos de verdad de nuestra persona, con realismo y sin fabulaciones, entonces podremos poner en orden nuestras relaciones con los demás, instaurar un equilibrio justo entre el tiempo libre necesario y el trabajo deseable.
Estos cuatro elementos de nuestra vida, una vez bien ordenados, permiten pasar a la estación del verano.

El verano: vivir con elegancia el día a día

Desde nuestra concepción, ocupamos un espacio vital sin el cual no hay perspectiva real de vida. Nos levantamos cada mañana para afrontar la jornada ocupando diferentes lugares de vida, por ejemplo, nuestro lugar de trabajo.
Sin embargo, no basta con estar presente físicamente para estar de verdad. La clave está en prestar atención a cada lugar en el que vivimos, sea grande o pequeño, ordinario o excepcional.
Poner orden en nuestro armario del alma es cultivar la elegancia. Pero no un esteticismo como un fin en sí mismo, sino como una cierta actitud interior.
La simple manera de sentarse a la mesa, de abrir la puerta, de ordenar nuestro escritorio, demuestra nuestra atención al mundo que estamos llamados a habitar ¡con un respeto lleno de amor!
Es lo que dice el poeta Rainer Maria Rilke cuando recomienda ser “amable con las cosas para luego (…) ser benévolo con uno mismo y los demás”.
Si aprendemos a desplazarnos por los lugares cotidianos con sabiduría, seremos más aptos para cuidar las relaciones con los demás, que son el tesoro más valioso de nuestra vida.

El otoño: saber gestionar los fracasos

En la vida y especialmente en nuestras relaciones con los demás, nos enfrentamos a fracasos.
En un mundo dominado por la ley del optimismo forzado, donde todo debe ir siempre bien, nos arriesgamos a no ser capaces de valorar nuestros fracasos, que son parte de la vida misma.
Para aprender de nuestros errores y avanzar, no debemos borrarlos. Todo lo contrario. Según el hermano Michael, los fracasos y errores incluso deberían celebrarse como pasos indispensables en nuestro aprendizaje.
En vez de querer cerrar este cajón de nuestras vidas, es esencial llevar la cruz de nuestros fracasos de una manera libre y lúcida. Por lo tanto, ¡es necesario abrirlo y ordenarlo bien!
La vida no se desarrolla nunca de forma aséptica. No es un camino perfecto, sino que se compone de victorias y derrotas, de intuiciones acertadas y decepciones flagrantes.
Tarde o temprano, cada persona atraviesa dificultades, ya sea en la vida escolar, profesional o sentimental. Nadie escapa a esta lección de sufrimiento que se revela en el descubrimiento de la propia vulnerabilidad.
Pero nos volvemos todavía más vulnerables si no abrimos de vez en cuando el cajón de nuestros fracasos afectivos, profesionales o relacionales. Corremos el riesgo de dejarnos arrinconar por los remordimientos.
Sin embargo, cada vez que estamos listos para reconocer e incluso reafirmar nuestras derrotas con dignidad y perspicacia, nos abrimos a la resurrección y a la alegría, como auténtico síntoma de libertad interior.

El invierno: vivir en la espera alegre de la eternidad 

En el armario de nuestra vida interior hay una estantería donde se encuentra una caja de clasificación particular y delicada. Se trata de la de la preparación para la muerte.
La cultura actual pone el acento en la búsqueda de la buena calidad de vida. El hermano Michael subraya en su obra que la muerte, precisamente, forma parte de la calidad de vida.
Todo el mundo debería poder decir: “Aprecio mi muerte más que nada y no querría, bajo ningún precio, que me la arrebataran”.
Antiguamente, la muerte era “una ceremonia pública y organizada” que los niños no se perdían. Hoy en día, la percibimos como una amenaza.
Paradójicamente, en lugar de ayudarnos a vivir, esta actitud es un obstáculo para comprender el misterio de la vida en su totalidad.
Prepararnos para nuestra propia muerte nos da la oportunidad de vivir plenamente con serenidad y verdadera fuerza.
San Francisco de Asís dio a la muerte física el dulce nombre de “hermana”. Para él, la muerte era como una persona cercana. Esta “hermana, la muerte”, nos ofrece vivir hasta morir con la actitud de “auténticos mendigos dichosos”.
Según se cita en la obra, el escritor ortodoxo Anthony Bloom explica cómo vivir a la espera de la vida eterna: “Solo hay una cosa importante: ¿por qué razón vivimos y por qué causa estamos dispuestos a morir?
Estas palabras (que pronunció su padre, NdlR), me enseñaron lo que debe vincularse a la muerte: una última llamada a aprender a vivir, vivir en la espera de nuestra muerte como un joven espera a su amada (…), vivir a la espera de que la puerta se cierre. Si Cristo es la puerta que se abre a la eternidad, él es nuestra muerte”.

Marzena Wilkanowicz-Devoud, Aleteia





















domingo, 23 de diciembre de 2018

El poder de la pasividad

Dios me hace de nuevo cuando pronuncio esa palabra llena de poder: hágase

SWING
Mi capacidad de creer tiene el poder de crear una realidad que antes no existía. Mis palabras crean. Cuando yo creo que puedo subir a lo alto de la montaña, lo imposible llega a ser posible.
A menudo tengo creencias limitantes que no me dejan crecer. Niegan mi capacidad para hacer algo y no creen en mí, me cortan las alas.
Me incapacitan con sus palabras faltas de fe. Su actitud al mirarme me hace incrédulo. Y dejo de soñar y de crecer. No avanzo.
Porque tengo miedo a caer, a hacer realidad lo que me han dicho que haré. Dios mira a María en toda su belleza y Ella se conmueve. Dios la mira como nadie más la ha mirado nunca.
A mí me cuesta creerme que Dios me mire de esa manera. Me cuesta pensar que Dios vea en mí una belleza oculta que soy incapaz de ver. Pero Él sí lo logra. Tiene ese poder.
Siempre me recuerdan que Dios no elige a los más capaces. Lo que hace es capacitar a los que elige. Y entonces les da el poder para volar hasta las estrellas.
Me conmueve el poder de la mirada de Dios sobre María. Y el poder de su mirada sobre mí. Y también el poder de mi propia mirada sobre los que me rodean.
Cuando los demás me miran, su mirada pesa. Y cuando acojo esa mirada, cambia todo. Cuando acojo la fe del que cree en mí. Entonces pronuncio con libertad mi Hágase.
Decía el Papa Francisco en Evangelii Gaudium: “Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización”.
Me conmueve el poder de la mirada de María sobre mí. Cree en lo que puedo llegar a ser. Su mirada es un acto de fe.
Dios puede hacerme de nuevo si yo me dejo hacer. ¡Cuánto me cuesta conjugar los verbos en pasiva!
Me cuesta tanto dejarme hacer, dejarme amar, dejarme conducir, dejarme llevar. Me cuesta abandonarme en las manos de Dios.
Normalmente soy yo el que hace, el que ama, el que conduce a otros. Soy yo el actor principal de mi película. Creo en mi poder casi ilimitado.
Por eso me cuesta más dejarme hacer por ese poder de Dios que me transforma. Pero creo que para ser cristiano tengo que aceptar la pasividad como forma de vida.
Dios me capacita haciendo algo grande en mí. Usando mis manos, mis labios, mis pies, mi fuerza. Utilizando mis heridas, mis torpezas, mis defectos, mis vacíos.
Dios me hace de nuevo cuando pronuncio esa palabra llena de poder: hágase. Y abro la puerta de mi alma. Y Dios entra y hace. Ama y cambia.
Y yo dejo de hacer, de actuar, de protagonizar todo lo que hago. Él lo hace en mí. Y todo cobra una vida nueva. Tiene más fuerza. ¡Cuánto poder tiene!
¡Cuánta ha de ser mi impotencia, mi debilidad, mi impericia para dejarme hacer! Sé que sólo así se verá en mí la luz de su poder y no mis talentos.
Tiene que ver el camino a Belén con dejarse llevar, con dejarse hacer a fuego lento. Mientras arden las velas señalando el camino yo me dejo quemar en sus manos de fuego. En medio de la noche. Soy llevado. Me mandan. Me conducen adonde no quiero ir.
Normalmente soy yo el que manda, el que conduce y lleva a otros. Y me cuesta tanto la pasividad. Tengo que llegar al límite o estar roto, para dejarme hacer. Entonces miro mi pequeñez y me sobrecoge mi indigencia.
Tal vez Dios me mire como dice la Biblia: “El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta”.
Se alegra al mirarme. Sonríe al ver mi indefensión. Él me salva. Soy salvado en sus manos poderosas.
Yo no me salvo. A veces lo intento con pasión. Busco repetir actos de devoción. Acumulo méritos. Busco tener para cuando me pidan. No perder para no quedarme vacío.
Intento comportarme siempre bien para no fallar nunca. Deseo que mis manos hagan tantas cosas para tener algo que regalarle al niño. No quiero llegar con las manos vacías.
¿Y si me pasa como al pastor del cuento?
Cuentan que los pastores llegaron al portal. Todos llevaban bienes para el Niño. Comida, animales, mantas, sus pequeños tesoros.
Pero un pastor más pobre y humilde no tenía nada que llevarle al niño. Pero quería ir. Quería adorar a Jesús en la gruta. Fue con todos los pastores tratando de pasar desapercibido en medio de la masa.
María fue recibiendo a los pastores. Y para acoger sus regalos, viendo a un pastor con las manos vacías, puso al Niño Jesús en sus brazos.
Mientras tanto iba recibiendo a todos. Él no tenía nada. Ni méritos, ni obras. Sólo sus manos vacías y abiertas. Y su sí en los labios, en el alma.
Y pudo acoger a Jesús en sus brazos conmovido. Se llenó su vida de luz. Más de lo que hubiera esperado.
Así quiero llegar yo a Belén este Adviento. En esta tercera semana veo que no tengo muchos logros ni méritos. No sé bien cuáles pueden ser mis regalos.
Tal vez a María le baste con mi presencia. Hágase, le digo. Y me dejo hacer. No me resisto. No me pongo tenso. Dejo que Dios me haga de nuevo.
Duele, eso lo sé. Pero no pretendo acumular logros que justifiquen mi presencia en el portal. No soy digno. Nunca lo seré. Sonrío al ver a Jesús en mis manos. Y mi corazón se llena de esperanza.



Carlos Padilla Esteban, Aleteia










viernes, 21 de diciembre de 2018

7 lecciones que aprendemos de nuestros hijos


En los momentos más difíciles ellos pueden darnos una lección de vida. 
FAMILY
En los momentos en que nos sentimos sumidos en la dificultad de
la crianza de los hijos, podemos hacer una pausa y pensar lo que
podemos aprender de ellos. ¡Hay tanto con lo que podemos llenarnos
y retomar el camino!
 
Desde los aspectos más simples como sostener una cuchara o atarse los cordones de las zapatillas, hasta los más complejos y profundos como aprender a independizarse o construir una familia, Angela Schwindt dijo una gran verdad al señalar que “en la tarea de tratar de enseñarles, son ellos quienes terminan enseñándonos de qué trata la vida”. 
Nos enseñan a no desistir en nuestros momentos de caída; a confiar en nosotros mismos; a reconocer nuestras emociones; a perdonar fácilmente; a ser valientes; a hacer preguntas; a pedir ayuda y a vivir el momento presente, entre otras muchas lecciones.
Confía en ti mismo
Es muy común escuchar de nuestros hijos las palabras “¡puedo hacerlo!” o también verlos vestirse y bailar por la casa sin preocuparse por lo que piensan los demás. Hay una razón por la que los niños se sienten libres y tienen aspiraciones altas,  algunos quieren ser presidente o astronauta: ¡Confían en quiénes son!


FATHER DAUGHTER
By Dina Uretski | Shutterstock


Reconoce tus emociones
Muchas veces los adultos solemos tapar nuestras emociones porque no queremos que los demás piensen mal de nosotros o vean nuestra vulnerabilidad, pero los niños no actúan así. Reconocen y expresan sus emociones. Nuestros hijos nos comunican cuando están heridos, confundidos, enojados, tristes o alegres y eso es muy saludable. 


KINDNESS
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Perdona fácilmente
No es raro que los niños se enojen contigo un minuto y estén completamente bien al siguiente. Los niños perdonan fácilmente. No están interesados en llevar cargas día tras día. Un abrazo y un simple “lo siento” son parte del lenguaje que los niños viven y volver a incorporarlo en nuestro vocabulario puede ayudarnos a traernos mucha paz. 


FISHING
ESB Professional - Shutterstock


Sé valiente
Una de las lecciones más poderosas que podemos aprender de nuestros hijos es a no tener miedo. ¿Notaste cómo los niños saltan de las hamacas, trepan árboles que son diez veces más grandes que ellos y hacen nuevos amigos con facilidad? No están preocupados por fallar, están completamente enfocados en intentarlo. Un poco de ese valor puede hacer una diferencia real en nuestra vida. 


FATHER
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Haz preguntas
Los niños absorben la información, son naturalmente curiosos y hacen un montón de preguntas. Muchos adultos dejamos de hacer preguntas que podrían hacernos parecer tontos o ridículos, pero los niños no tienen problema en preguntar por qué, qué pasa si y cómo. Saber preguntar puede evitarnos problemas y muchas veces, nos ayuda a avanzar. 


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Pide ayuda 
La vida de nuestros hijos depende de nuestro apoyo y ayuda. Lamentablemente es común que en el camino de crecer, de alguna manera perdamos la capacidad de poder aceptar cualquier tipo de ayuda. La verdad es que siempre necesitaremos de los demás. Es importante saber pedir ayuda para también ser capaz de ayudar a los demás.



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Vive en el presente
Los niños no pierden mucho tiempo preocupándose por el mañana. Toman en serio el presente y reciben cada nuevo día tal como les llega. Este enfoque les permite no pasarse por alto lo importante y encontrar tiempo para disfrutar de las pequeñas cosas. Un día vivido con presencia, puede ser muy intenso, pleno e inolvidable. 

Cecilia Zinicola, Aleteia












¿No te has confesado en años? Este sacerdote te da 3 consejos

Un sacerdote compartió con nosotros 3 consejos muy útiles para quienes no han acudido a la confesión en mucho tiempo.


El Padre Stephen Elser de la parroquia Immaculate Conception de Fort Smith, Arkansas, Estados Unidos, recuerda que cuando San Juan Bautista nos pide prepararnos para la venida del Señor y estar listos para la llegada de Cristo; no solo lo dice para todo el mundo, sino también en una manera particular a cada uno de nuestros corazones (Lucas 3: 4).
Considera que una manera de prepararse para la venida de Jesús es aprovechar el sacramento de la Reconciliación en este tiempo de Adviento. Esto es algo que todos estamos llamados a hacer.
Si no te has confesado en mucho tiempo y deseas acudir a este sacramento en Adviento, el P. Elser te da estos consejos:

1. Prepárate antes de entrar en el confesionario

Parte de nuestra preparación para confesarnos es el examen de conciencia. Revisamos cuánto tiempo ha pasado desde nuestra última Confesión y qué pecados cometido.
“No te preocupes, ¡no eres el único pecador que hay! Cada uno de nosotros lucha con la tentación y el pecado”, indicó el Padre Stephen, “como sacerdote y confesor recién ordenado, he aprendido que muchas personas luchan contra los mismos tipos de pecados”.
El diablo, para mantenernos en nuestros pecados, nos hace pensar que estamos solos. Pero esto es una mentira, no estamos solos en nuestra lucha contra la tentación y el pecado.

2. Prepárate durante la confesión

El Padre Stephen indicó que cuando entramos a confesarnos, debemos abrir nuestros corazones al amor, la misericordia y la gracia de Dios que Él derrama sobre nosotros a través de Su sacerdote.
De esta manera, podemos estar listos para ser formados por el consejo del sacerdote y por el Espíritu Santo trabajando en nuestros corazones en ese momento sacramental.

3. Prepárate después de la confesión

El sacerdote nos aconseja prepararnos para hacer penitencia y comprender que así nos fortalecemos para alejarnos del pecado.
Es importante cumplir la penitencia que el sacerdote nos da, pero no debemos pensar que la penitencia es una condición para la misericordia de Dios. El perdón de Dios no tiene límites y no depende de que cumplamos la penitencia.
Sin embargo, las penitencias nos ayudan a santificarnos y nos ayudan a restablecer buenos y sagrados hábitos. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1494).
Además de la penitencia, Dios nos da la gracia en este sacramento para no volver a pecar.

Recuerda que:

Si bien este sacramento se trata de confesar nuestros pecados y ofrecer nuestros defectos a Dios, también se trata de recibir la fuerza y ​​la gracia para ser mejores cristianos, para ser mejores seguidores de Cristo.
Prepararse para la confesión puede ayudarnos a prepararnos para la venida de Cristo en esta temporada navideña.
El Padre Stephen nos aconseja pedir la gracia para correr y reconciliarnos con Dios a través del sacramento de la confesión para que nuestros corazones estén verdaderamente preparados para la venida de Cristo en Navidad.
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Cinco tareas para los abuelos en Navidad

Los abuelos son una pieza fundamental en todas las familias, cuando los hay, pues actúan como eficaces apoyos a los padres en muchas cuestiones de la vida familiar y, sobre todo, en apoyar la educación de los nietos y transmitir las tradiciones familiares. 

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Para una Navidad realmente familiar, los abuelos han de estas presentes, pero no como espectadores, sino como sujetos activos dentro del conjunto familiar. Esta actitud activa hará que la Navidad no sea solo un recuerdo del pasado de sus vidas, sino un acicate para transmitir los valores familiares a los más pequeños. 
Por eso, en estas fechas los abuelos deberían pensar ¿qué puedo hacer para mejorar el clima de familia entre mis hijos y nietos? ¿En qué podría ser útil? No esperar que alguien te lo diga, sino que los abuelos deben tener propuestas concretas y claras. 
Ahí van cinco ideas clave para la actividad de los abuelos en esta Navidad.
1.- Averiguar lo que necesitan –o de lo que carecen- los hijos y los nietos en esta Navidad. Si se trata de regalos, los abuelos deben ser austeros, no solo porque la Navidad cada vez más obliga a la austeridad como signo de contradicción, sino también porque los ingresos de los abuelos son pequeños. ¿Qué los nietos los vemos muy poco? Esta es una gran oportunidad para conectar con ellos y pasar buenos rato con ellos. La austeridad no está reñida con hacer algún gasto extraordinario en estas fiestas.
2.- Reunir a todos los hijos, yernos, nueras y nietos. Tal vez habrá que hacer más de una reunión, debido a la situación familiar de los hijos. Los lazos de sangre son muy importantes. ¿Hay un hijo/a que le patina el embrague de su familia? Acompañarlos más, sin sermonear. Lo mismo los nietos.
3.- Promover el espíritu de Navidad sobre todo en los nietos.Vivir las tradiciones familiares ¿Cómo? Ayudando a hacer el Belén, a adornar el árbol de Navidad, hacer que los nietos ayuden a adornar su casa, etc. Ir a comprar con ellos algunos útiles navideños. 
4.- Enseñar a los nietos el verdadero significado de Navidad. Se conmemora todos los años el nacimiento de nuestro Redentor, del Hijo de Dios, del vientre la Virgen María. La Navidad no significa regalos, sino que se vive dentro de un espíritu de alegría y de austeridad porque así lo vivió la Sagrada Familia. No olvidar que el Niño Jesús nació en un establo. 
5.- Ser difusores de alegría, de cariño, de amor y de agradecimiento entre todos, mostrando interés por cada uno y cada una. No olvidar cantar los villancicos y canciones navideñas que nos transportan al calor del hogar, del hogar de siempre, en Navidad. 


 Salvador Aragonés, Aleteia
















jueves, 20 de diciembre de 2018

¿Es de locos dar gracias en el dolor?

No, no es de locos. Una persona agradecida sabe decir “gracias” tanto en el gozo como en el dolor. Veamos porqué

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La gratitud es como la paciencia, se tiene o no se tiene. No podemos decir, yo soy muy paciente, pero cuando me colman el plato o me hacen enojar, entonces sí exploto. Lo siento, pero si en las pruebas álgidas no demuestras ese temple, no eres paciente. 
Lo mismo sucede con la persona que es agradecida, lo será siempre y bajo cualquier circunstancia, aunque en momentos de dolor le cueste más demostrar esa actitud.
Claro, decir gracias desde el fondo del corazón en momentos de alegría y gozo, cuando todo es felicidad y satisfacción es facilísimo. ¿Pero qué pasa cuando pasamos por dolores y tragedias, por la muerte de un ser querido, por ejemplo? ¡Qué difícil es! 
Y es que siendo realistas y recordando que somos de carne y hueso, un sincero “gracias” al momento en que el sufrimiento nos nubla la razón, cuando lo que queremos es morir de dolor difícilmente saldrá del alma. 
Pero el que sea difícil no significa que sea imposible. Sí, aún en esos momentos en los que la tierra “pareciera” juntarse con el infierno también hay que voltear los ojos al cielo y decir gracias, solo eso, gracias. Aunque nos cueste trabajo por tener el alma partida, aunque las palabras salgan cortadas y vayan bañadas de llanto, hay que elevar el corazón y decir gracia
Por supuesto que esta actitud de gratitud en momentos de dolor es más sencilla cuando tenemos una vida de fe, un espíritu fuerte y sabemos sobrenaturalizar. 
¿Y por qué dar gracias en los momentos en que pareciera que la vida se burlara de nosotros? ¿Acaso somos masoquista? No, no es sadismo; es amor, es virtud, es aprendizaje, crecimiento, gratitud… Ese “gracias” es una alabanza del alma que reconoce a su Creador en cualquier momento y circunstancia.  
  • Gracias por la fortaleza que sale cuando se pasan por momentos difíciles. 
  • Gracias porque las pruebas traen tesoros escondidos de talentos y capacidades que no sabíamos que teníamos. 
  • Gracias porque el dolor se puede convertir en fuente de inspiración. Porque lo que hoy es nuestra prueba, mañana será nuestro testimonio. 
  • Gracias porque cuando el dolor arrecia nos acordamos de que hay un Ser superior que nos hace voltear al cielo y de quien su mirada es un bálsamo que todo alivia.
  • Gracias porque el dolor nos hace más humildes, compasivos, misericordiosos y menos juiciosos.
  • Gracias porque el dolor es tan saludable en la vida como lo es la tristeza porque es una alerta de que algo en nosotros se ha desacomodado y necesita atención.
  • Gracias porque el dolor nos hace más sabios.
  • Gracias porque la vida -Dios- confió en nosotros al permitirnos pasar por esas pruebas.
  • Gracias porque cuantas veces el dolor ha sido ese “wake-up call” que necesitábamos de esa vida dormida que llevábamos.
  • Gracias porque al final eso que se nos presentó con tan mala cara resultó ser una bendición disfrazada.
Y así la lista podría continuar. Aquí lo siempre importante es que ese gracias sea una constante en nosotros, un estilo de vida.
Ahora, para los creyentes el dolor tiene un significado aún mayor, infinito, sobrenatural. Sabemos que el dolor es purificador y corredentor. Por lo tanto, aunque en el momento de la pena cueste soltar ese gracias, hay que hacer el intento por hacerlo. Aunque la razón y el corazón aún no se hayan puesto de acuerdo sabemos que en el fondo sí lo sentimos porque sabemos su valor; nos sentimos privilegiados de haber sido tomados en cuenta al sufrir y padecer en “algo” como Cristo lo hizo. Gracias, porque el sufrimiento es una oportunidad para expiar nuestra alma o suplicar por el alma de esa persona que necesita conversión. 

Gracias, siempre y en todo, gracias…

 Luz Ivonne Ream, Aleteia



























miércoles, 19 de diciembre de 2018

5 oraciones de san Juan de la Cruz para tener un alma enamorada

Pues que tú te muestras primero
y sales al encuentro a los que te desean

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Entre los escritos de san Juan de la Cruz, el Doctor místico, podemos encontrar algunos versos hechos oraciones que han quedado inmortalizados a través de los años por su puño y letra.
Escritos que han influido mucho en la espiritualidad cristiana y que han sido estudiados y admirados por grandes poetas, literatos y científicos; por su extraordinaria belleza que llega a lo profundo del alma.

Que se haga tu voluntad

¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos.
(Extracto de “Oración del Alma Enamorada”)

Tú encuentras quien te desea

¡Oh, Señor Dios mío!,
¿quién te buscará con amor
puro y sencillo
que te deje de hallar
muy a su gusto y voluntad,
pues que tú te muestras primero
y sales al encuentro a los que te desean?

En Ti mi alma no se desperdicia

¡Oh, cuán dulce será a mí la presencia tuya, que eres sumo bien!
Allegarme he yo con silencio a ti y descubrirte he los pies porque tengas por bien de me juntar contigo en matrimonio a mí, y no holgaré hasta que me goce en tus brazos Y ahora te ruego, Señor, que no me dejes en ningún momento en mi recogimiento, porque soy desperdiciadora de mi alma.

Ayúdame a llevar mis cruces

Vuestro emblema fue siempre padecer y ser despreciado.
¡Oh, si pudiese yo al menos resignarme en mis tribulaciones,
ya que no soy tan generoso como tú en el padecer y ser despreciado!
A ti, pues, que en tantos sufrimientos fuisteis siempre paciente,
resignado y gozoso, a ti me encomiendo para que me enseñéis a resignarme en mis muchas penas.
Tampoco me faltan fuertes pesares y pesadas cruces, y muy a menudo cansado y desalentado me quedo…,
me abato…, y caigo. Ten compasión de mí, y ayúdame a llevar con resignación y gozo mis cruces,
con la mirada siempre vuelta al cielo. Os tomo por protector mío, por mi maestro y mi guía aquí en la tierra,
para ser vuestro compañero en la patria del Paraíso.

Concédeme el deseo de imitarte

Concédeme o Cristo
un constante deseo de imitarte
en todas mis acciones.
Ilumina mi espíritu, para que contemplando tu ejemplo,
aprenda a vivir como tu has vivido.
Ayúdame, Señor, a renunciar
a todo lo que no es plenamente
a honor y gloria de Dios.
Y esto por amor tuyo Jesús,
que en la vida querías hacer en todo
la voluntad del Padre.
Oh Señor, haz que yo te sirva
con amor puro y entero,
sin esperar en cambio
éxitos o felicidad.
Que yo te sirva y te ame, oh Jesús,
sin ningún otro propósito
que tu honor y tu gloria.
Amén

Maria Paola Daud, Aleteia
Fuente: Le piú belle preghiere dei santi, Francesco Maria Nocelli; sanjuandelacruz.com