viernes, 3 de noviembre de 2017

Hay dos tipos de formas de quejarse, la diferencia es abismal

                                  ¿Eres reflexivo o melancólico?

¿Sabes que tu cerebro fortalece ciertos recorridos neuronales cada vez que se usan hasta que consolidas un hábito que es tremendamente difícil de romper? Bueno, pues cuando te centras solamente en las cosas que te contrarían pasa lo mismo.
Permitir que la negatividad sea tu foco principal en la vida tiene todo tipo de efectos nocivos sobre tu mente y cuerpo, incluyendo un aumento en tus niveles de cortisol.
Un aumento del cortisol, la hormona del estrés, está relacionado con aumento de peso, problemas de sueño, hiperglucemia, empeoramiento del sistema inmunológico y todo tipo cosas poco agradables. Así que eso de quejarse, quizás no sea tan inofensivo como parece.
Llegó un momento en que me tomé todo esto muy en serio y dejé de quejarme radicalmente, nada en absoluto. Y es que podía sentir cómo me estaba afectando: estaba embarazada y todo me parecía motivo de queja. Se me iba de las manos. Pero incluso después de establecer el hábito de simplemente mantener la boca cerrada en relación a mis quejas, lo cierto es que mi estado no mejoró mucho.
En vez de sentirme cada vez más agradecida y positiva sobre mi vida, sentí que mis problemas crecían, porque había renunciado a mi único modo de sacarlos a la luz.
Sabía que no era justo establecer una dicotomía entre quejarme constantemente y fingir que todo iba bien, pero tenía dificultades para encontrar ese terreno medio entre los dos extremos.
Resulta que simplemente necesitaba usar un vocabulario más específico. En realidad hay un término científico: “co-rumiación”. Significa una conversación sobre problemas con los amigos y sobre lo mal que hacen sentir esos problemas.
Pero hay dos tipos de co-rumiación. Uno es un pensamiento o una expresión melancólica (darle vueltas al tema, para entendernos) y el otro es una reflexión, y la diferencia entre ambos es abismal.
La expresión melancólica es pasiva. Le das vueltas una y otra vez al problema, pero sin ningún objetivo en mente. Es como rascarse una costra, únicamente empeora la cosa.
Este tipo de comportamiento exacerba la depresión y la ansiedad, no solo en la persona que rumia con melancolía, sino en las personas que la escuchan también. Es contraproducente se mire por donde se mire.
Por el contrario, puedes reflexionar sobre tus problemas, centrándote igualmente en ellos, pero con un propósito: solucionar el problema o conocer mejor el problema para poder evitarlo la próxima vez.
En caso de que sea un problema inevitable, sigues teniendo un objetivo específico en mente: ayudar a la otra persona a entender lo que estás sintiendo. Te sigues quejando. Sigues hablando de lo que te amarga, pero lo haces de una forma muy específica. Este tipo de “queja”, en vez de alimentar los pensamientos depresivos, fomenta de forma activa el optimismo y la esperanza. Después de todo, abordas tu problema dando por sentado que, de alguna manera, algo puede hacerse.
Así que quejarse de la forma apropiada puede ayudar de verdad a una persona. En vez de comerte el tarro, lamentarte diciendo: “Hoy nada ha salido bien” y centrarte en eventos pasados que no pueden cambiarse, podrías decir: “Hoy ha sido un día especialmente frustrante” y seguir con una conversación sobre cómo poder evitar los problemas en el futuro.
Al recordar cuando todos los malestares del embarazo me hacían empezar a quejarme, me di cuenta de que el problema no era la queja en sí, sino que me faltaba una actitud esperanzadora.
Si me hubiera acordado de reconocer que podía hacerse algo, si no física, quizás mentalmente, entonces la diferencia habría sido notoria. Podría haberme comprometido conmigo misma a recordar que un problema no duraría para siempre, presentar como ofrenda el sufrimiento al mundo, usar la incomodidad para ganar mayor solidaridad hacia las personas que sufren o muchas otras estrategias más.
Incluso los problemas que no tienen solución pueden abordarse con optimismo y eso es muchísimo mejor que limitarse a poner buena cara e ignorar el problema.
Antes dije que centrarse en lo negativo hace que el hábito de la negatividad sea cada vez más difícil de romper, ya que los caminos neuronales que construyes se fortalecen más, y es cierto. Pero quejarse usando una actitud reflexiva para aportar esperanza a la discusión, en especial cuando no es fácil, enseña al cerebro a mejorar cada vez más en encontrar la esperanza en situaciones duras, y este sí que es un hábito digno de alimentar.
Anna O'Neil, aleteia
Este artículo fue publicado originalmente en la edición inglesa de Aleteia , que ha sido traducido y / o adaptado aquí para lectores de habla española.

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